No tenemos un cuerpo que llorar, tenemos un Rey a quien adorar.
Ante el enlistado de grandes hombres de la fe (hebreos 11) ninguno como Cristo. Por la fe hicieron y alcanzaron grandes testimonios pero sólo Jesucristo dejó la tumba vacía. Abraham, Noé, David, Daniel… todos y cada uno de esos grandes hombres murieron con la promesa de ser resucitados. Juan Crisóstomo alias el “pico de oro”, Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes, Juan Wesley, Martín Lutero… grandes predicadores, teólogos, e iniciadores de movimientos de fe, pero ninguno como el Señor Jesucristo. Todos tienen una tumba que habla de su limitante existencia y de la esperanza de ser resucitados en Cristo. Puestos los ojos en Jesús quien ha resucitado, siendo quien define la fe de la iglesia, su existencia, y su propósito; la Persona que representa el cristianismo y no un conjunto de ideologías y filosofías. No fue un filósofo, tampoco un político, es quien en donde comienza la fe y es terminada, DIOS encarnado, el ideal de la iglesia, la Palabra cumplida, la promesa de la eternidad, es el TODO de la iglesia. La iglesia es discípula de Jesucristo, llamada cristiana porque su fe es dada por el autor y consumador de la misma, en honor a Cristo, su resucitado Señor.
Iniciadores, filósofos, políticos, hubo y habrá, tienen y tendrán una tumba a la cual sus seguidores llorar. La mezquita en Medina donde yace el cuerpo de Mahoma será remodelada para albergar a 1.8 millones de creyentes del islamismo, el mausoleo donde reposa el cuerpo embalsamado de Vladimir Ilich (Lennin) recibe cientos de vistas para admirar el estupendo trabajo de embalsamiento, la periodista Nativel Preciado describe su gran impresión sobre la tumba de Gandhi por la sencillez de su espacio, el historiador británico Charles Allen presume que los restos hallados en 1898 a los pies del Himalaya son de Siddhartha Gautama (Buda); en fin, cada religión, filosofía, ideología conservan los restos de sus ídolos teniendo una tumba que visitar y un cuerpo que llorar, hablan de la muerte de su ídolo como el fin de su existencia siendo una remembranza en ellos, el cristianismo no tiene una tumba ni una remembranza sino un anuncio al mundo: Mi DIOS VIVE.
La resurrección es la evidencia de la veracidad de las promesas del Señor Jesucristo. DIOS no ha quedado preso en sus propias letras puesto que ha resucitado, sus promesas tienen sentido porque ha resucitado, sus discípulos no son dignos de consuelo y resignación porque ha resucitado… la fe del cristiano se valida y sustenta con la evidencia de la tumba vacía (1ª Corintios 15:14 -20).
El cristianismo no tiene un libro que redacte a DIOS y enseñe promesas carentes de esperanza y relevancia ante la tumba del que las hizo. La Biblia no es una filosofía sino la revelación que DIOS habla al hombre anunciando estar vivo y ser el Único. El cristianismo no es un cuerpo al que llorar, ni una tumba a la cual visitar, es el Rey a quien adorar.
Pbro. Sergio Jonathan Lozano Luna