Aunque suene repetitivo este tema me siento en la obligación moral de hablar de él; y es que además acabamos de tener un desayuno con la alcaldesa de Monterrey, quien claramente está en la visión de apoyar y trabajar a favor de esta ciudad. Escucharla y ver su disposición fue motivante y creo que todos los que estuvimos allí salimos animados para seguir trabajando a favor de Monterrey y de México (yo no tengo filiación política pero creo reconocer a una persona que tiene interés real).
El problema no fue allí sino saliendo de allí, a un taxista que venía atrás de mi automóvil le pareció mal que yo no me pasara la luz roja así que me tocó el claxon hasta que avancé lo suficiente para que él pudiera pasar; él quería pasar porque la vuelta a la derecha es continua, pero tenemos el derecho de dar la vuelta y no la obligación de hacerlo. Por qué insistimos tanto en romper los límites y en no acatar las reglas? Esto me hace pensar una y otra vez lo que ya he compartido, que aunque tuviéramos un gobernador o un presidente cristiano las cosas no serían diferentes porque los mexicanos no hemos decidido cambiar. Es necesario que cada mexicano entienda que el cambio tiene que iniciar en mí y no en aquellos que me gobiernan, como dicen algunos, si cambio yo cambia México.
Creo que mientras viva en este país seguiré insistiendo en estos cambios, es una de las aportaciones que puedo hacer desde la trinchera donde me encuentro, así que seguiré denunciando la indolencia y la estupidez, esperando que la gente a leer esto hable con aquellos que se comportan esta manera, sea que se trate de familiares, amigos o compañeros de trabajo, a fin de lograr un contagio que favorezca al país, como si se tratara de un virus que se esparsa y que bendiga a esta nación.

Pbro. Efraín Reyes Bonilla