Estamos celebrando familia, y lo que celebramos son 120 años de la presencia de Dios en este lugar, 120 años de adoración, de enseñanza bíblica, de evangelismo, de acción social, de servicio, de oración, de profecía, de restauración y de sanidad. Trinidad tiene esta linda identidad como una “incubadora” de líderes, un lugar donde se gestan y entrenan pastores, evangelistas, líderes de oración y adoración, servidores, administradores, gente que ha salido y sigue saliendo para extender el Reino de Dios; de Trinidad han surgido otras iglesias, muchas que florecieron y viven, y otras que no lo lograron. Esta iglesia ha dejado una marca indeleble en quienes hemos sido parte de ella y por eso estamos agradecidos, con Dios por ser el responsable de todo esto, con quienes han trabajado por dejarse usar y con quienes ha sido fieles sosteniendo en silencio esta obra con su aportaciones de toda especie.
Trinidad es ejemplo y prototipo para muchos como un molde al cual hay mucho que imitarle, sin embargo no es perfecta, ha sido criticada y calumniada (aunque pocas veces con razón), ha sido disciplinada y puesta a prueba, ha caído en pecado, ha pasado por momentos de necesidad y en algunas ocasiones se ha quedado más corta que lo que da en su capacidad completa. Sin embargo sigue en pie, gracias a su Señor, luchando y buscando más, con el corazón de David quien supo arrepentirse de su mal y adorar a Dios una vez más. Por ello en Trinidad hay vida, oración, adoración, enseñanza, pastorado y liderazgo, hay niños, adultos, jóvenes y ancianos, pero sobre todo en Trinidad habita el Señor. Es por esto que este no es un homenaje a Trinidad sino al Dios de ella, por haber tenido de ella misericordia muchas veces, por su paciencia, su fidelidad, su permanencia y su toque que da llenura y trae consuelo y restauración domingo a domingo; este escrito y la propia celebración son sacrificios de alabanza que confiesan al Señor, frutos del amor que hay en nosotros por el Padre y Señor de esta casa, es a Él a quien celebramos, al único digno de gloria y de honor.
Esto nos debe hacer pensar algunas cosas: ¿somos parte de este legado? Y si lo somos ¿cuál parte? ¿La que construye el legado o la que se lo disfruta solamente? ¿Eres parte activa de lo que Dios construye cada domingo en esta casa fortificada?… ¿Y qué legado estas construyendo tú en tu propia vida para dejar a los que siguen? ¿Uno de deudas, conflictos y dudoso carácter o uno de libertad, ejemplo y armonía?… No es tiempo de crítica y conflicto, sino de participación y unidad, aquella que surge a pesar de nuestras diferencias… Seamos parte de los que siguen construyendo este legado, el legado de Trinidad al mundo y al Reino de Dios…muchas gracias Señor Jesús…
Pbro. Efraín Reyes Bonilla