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UN DIOS PERSONAL


Si conocemos al Señor entonces ya sabemos que disfruta de bendecirnos en grupo y cumple muchas de sus promesas en un contexto no individual, por ello he aprendido a gozarme con los que se gozan, a disfrutar cuando veo a alguien sanando, o recibiendo cualquier clase de bien espiritual, aun si esto no ocurre en mi propia persona. Sin embargo el fin de semana pasado tuve el privilegio de ir a compartir en una iglesia (hermana nuestra) ubicada en la ciudad de Reynosa y, como tal vez usted sepa, las cosas allá andan aún delicadas en lo que a violencia y crimen se refiere; antes de que me regresara a Monterrey, toda la iglesia dirigida por el pastor Gilberto Chaverri, oró por protección en la carretera y él dijo textualmente “que sea un escuadrón de ángeles protegiendo su camino”. Aunque soy pastor y me dedico a cuestiones espirituales me considero escéptico ante muchas cosas y, al estilo de Tomás el apóstol, me gusta comprobar. Sucede que desde que salí de la ciudad iban a mi lado siete camionetas de la policía federal (no eran cuatro ni diez sino siete), y siendo como soy pues supuse que era sólo coincidencia; lo especial es que me paré en la gasolinera y ellos también, y por eso yo salí más rápido de ahí (pues ellos eran muchos) y deje de verlos por varios minutos. Yo había quedado con mi esposa en no manejar arriba de 110km/hr, lo cual estuvo bien porque ese era el límite permitido así que decidí andar en legalidad todo el camino; después de varios minutos me alcanzaron las camionetas, había otros autos también y las camionetas comenzaron a rebasarme, pero como si hubiera sido adrede quedé en medio de ellas, es decir, tuvieron que subir de 110 para llegar adonde yo estaba pero al llegar ahí bajaron su velocidad. Siendo quien soy pensé que sólo era otra casualidad, especialmente porque después de unos 45 minutos subieron la velocidad y se adelantaron de tal manera que deje de verlos por unos 15 minutos. Hubo algunos retenes y casetas pero nuevamente se atrasaron y los pasé, pero luego sorprendentemente, en unos cinco minutos aceleraron y me alcanzaron, nuevamente pudieron irse rápido pero otra vez, como si fuera adrede, bajaron la velocidad… ¡Esto pasó todo el camino! La verdad es que hubo muchos autos más pero varios de ellos se adelantaron, no iban a la velocidad máxima permitida, yo sí y fue cuando finalmente caí en cuenta de lo que estaba ocurriendo realmente… Dios estaba contestando la oración de una manera suficientemente clara y visible como para que yo pudiera verlo, entenderlo, creerlo y después testificarlo. Fueron más de dos horas en las que los pasé y me pasaron varias veces, pero no hubo un periodo mayor a 15 minutos sin ellos. Cuando finalmente lo entendí comencé a llorar, Dios contestó la oración en una forma muy práctica, no era mi imaginación, no fue una coincidencia, ni siquiera ellos sabían exactamente que habían sido comisionados desde lo alto para vigilar mi regreso. No conozco a ninguno de ellos, ni siquiera recuerdo sus caras (además de que llevaban cascos y lentes), ni siquiera creo que se tratara de personas que se comporten siempre como ángeles, pero Dios los usó para sus santos propósitos, simplemente porque Él es real, poderoso, verdadero, protector, un Padre que cuida de sus pequeños y al que le gusta la legalidad y  sorprendernos con su amor detallista, un Dios personal que se interesa por nosotros como grupo, pero que disfruta bendiciéndonos en forma individual.

Pbro. Efraín Reyes Bonilla