Normalmente me dirijo a aquellos que entendemos bien de pecado y que nos identificamos con el hijo pródigo porque, o no nacimos en cuna cristiana o tuvimos una separación y luego regresamos. Esta vez quiero dirigirme a los “hermanos del hijo pródigo”, es decir, a aquellos que siempre han estado dentro de la casa y que, si bien reconocen sus pecados ante el Padre, nunca han tenido una separación importante de Él. Creo que el día de hoy he sido guiado por Dios para decirte: No desmayes, no trates de vivir las malas experiencias de otros a fin de vivir sus buenas experiencias con Dios, no permitas que tu buen caminar sea truncado por el diablo o por ti mismo y que el Padre tenga que decirte como a los gálatas “Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?”. Quiero recordarte que, como sucede el hermano del hijo pródigo en la parábola, Dios te ofrece banquete y las delicias de su casa todo el tiempo, así que no dejes de tomar y comer de la abundante mesa del Señor, quien te dice “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas”; ya no te molestes con los que han sido débiles y han caído, y como buen hermano mayor sigue ofreciendo un ejemplo de vida y experiencia, en amor, de modo que los más pequeños quieran imitarte (en lugar de que quieran dejar de oír tus regaños). Quiero recordarte que esto último es vital porque así vino Jesucristo, no nos impuso su papel como primogénito sino que nos amó a pesar de nuestra dura cabeza y corazón, nos enseñó con su propio ejemplo a seguir al Padre y aun hoy sigue a favor nuestro… Bien por ti, por toda una vida con Cristo… Sigue adelante!
Pbro. Efraín Reyes Bonilla