
El profeta Miqueas de Judá vivió en una época en que la nación estaba en su mayoría en pecado. La idolatría, inmoralidad e injusticia trajo consecuencias de disciplina de parte de Dios. El profeta fue un instrumento del Señor para restaurar a su pueblo dando dirección de la voluntad de Dios. Algunas de las peticiones de Dios en Miqueas 6:8 son:
HACER JUSTICIA. En la sociedad que vivió Miqueas, el trato entre las personas se basaba en el beneficio personal sin importar dañar al prójimo. Dios demanda que seamos imparciales y honrados en las relaciones con los demás. El Señor nos pide “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas” – Mt. 7:12.
AMAR MISERICORDIA. El pueblo de Dios en la época del profeta descuidó a los más necesitados de la sociedad; al pobre, al enfermo, la viuda y al huérfano. En la actualidad encontramos a nuestro alrededor personas que por falta de trabajo no tienen lo suficiente para vivir. Es nuestra oportunidad de extender nuestra mano y ayudar como si lo hiciéramos a Jesús “De cierto os digo que cuanto lo hiciste a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicistes” (Mt. 25:40.
HUMILLARSE ANTE DIOS. La demanda divina en el pasado y presente es que cada día nos presentemos en oración delante de Dios en reverencia buscando su voluntad, pues lo contrario a la humildad es la soberbia. Cuando no buscamos la dirección del Señor es una jactancia de que no le necesitamos. El Todopoderoso resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. El vivir cada día reconociendo que Dios es fundamental y que El cuida de nosotros nos quita toda ansiedad.
Dios pide de nosotros que manifestemos su amor guardando sus mandamientos, ayudando a nuestro prójimo y después de ser grandemente bendecidos, ser humildes reconociendo que todo lo que hemos recibido viene de Dios. ¡Tu y yo como pueblo de Dios podemos ser agentes de cambio en nuestra sociedad!
Pbro. Raúl Rosas González