En la Biblia encontramos, como muchos de los personajes principales, (por ser usados grandemente por Dios, nos enseña y nos ministra a través de ellos), tuvieron estas características, con algunas variantes, que a continuación mostramos, tomando como ejemplo al profeta Isaías.
“y tocando con él sobre mi boca, dijo: he aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado”. Isaías 6:7.
A Isaías se le ha llamado “el príncipe de los profetas” por dos razones. La primera es que por su capacidad fuera de lo común, un hombre extraordinariamente hábil, que mostró un excelente entrenamiento, un amplio conocimiento del mundo y una laboriosidad a toda prueba. La segunda, por la gran cantidad de profecías mesiánicas que tuvo a bien Dios revelarnos por medio de él; se puede decir que ninguna otra persona del Antiguo testamento le fue dado ese gran honor y privilegio. (León J. Wood).
Veamos entonces brevemente, cuatro puntos acerca de su llamamiento según el capítulo 6:1-8; del mismo libro que lleva su nombre:
La pregunta para ti ahora es, ¿Conoces a Dios?, Él quiere manifestarse a nosotros, que lo veamos, que lo oigamos, no literalmente por lo pronto quizá, pero si en nuestro interior con la intervención del Espíritu Santo y la vivificación de su Palabra, es decir, que nadie tenga que convencernos o confirmarnos de Dios por sus experiencias, sino que nos afirmemos en Cristo por nuestras propias vivencias con él, como los samaritanos un día dijeron a la mujer que les hablaba de Jesús: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo” (Jn. 4:42). Que nuestra adoración a Dios sea genuina y conforme a su voluntad, para que la disfrutemos y seamos transformados a través de esta. Que siempre, al estar en su presencia, nos demos cuenta de lo que somos, pecadores y vecinos de gente pecadora; para que así, seamos perdonados y purificados, ahora no con carbón encendido, sino con la sangre de Jesucristo, por la fe en él. Solo así, podremos responder al llamado que él tiene para nosotros, cuando le veamos, le adoremos de verdad y seamos purificados, podremos responder resueltamente a lo que Dios sigue preguntando: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?: – Aquí estoy, mándame a mí.
Pbro. Lorenzo Reséndiz Arvizu