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“PROBADO EN EL DESIERTO”


(MATEO 4:1-11) En el desierto, Jesús llevó el conflicto al campo enemigo. Los amigos de Jesús consideraban el desierto como el jardín del diablo. Mientras Adán cayó en la tentación en un lugar perfecto, Jesús venció la tentación en un lugar horrible.

En su victoria hay dos niveles de verdad: única y universal. Debido a que Jesús es Hijo de Dios y Salvador, las tentaciones son únicas. Debido a que es perfecto hombre, son universales. En Cristo vencemos todo nivel de tentación. En Cristo vencemos la tentación del atajo un atajo, un desvío del camino del Siervo Sufriente pertenece a la unicidad de la primera tentación.

Si Jesús podía convertir las piedras en pan podría alimentar a la multitud y ser proclamado Mesías. La tentación a tomar el atajo conveniente es universal. Satanás siempre sugiere que un anhelo legítimo sea satisfecho de una forma ilegítima. El siempre susurra que el privilegio de un hijo es el de la satisfacción egoísta más bien que el de una vida responsable. En Cristo, vencemos la tentación de lo espectacular La unicidad de la segunda tentación se basa en la apelación a lo espectacular, al lucimiento personal con lo extraordinario. Si Jesús podía llegar flotando milagrosamente al atrio del templo podría ser aclamado como Mesías al principio de su ministerio. Podría evitar el rechazo, la traición y el Calvario. La universalidad de esta tentación es el deseo de tomar la vía rápida de lo espectacular antes que la larga marcha de la confianza diaria.

En Cristo vencemos la tentación de poder. La unicidad de la tercera tentación se basa en la tentación a Cristo para que se una a los poderes de su tiempo. Roma ostentaba todo el poder: política, cultura, conexiones. ¿Por qué tratar de conquistar el mundo con una banda de rústicos galileos? Era tentación de unirse a ellos para salir adelante. La Universalidad de está tentación corresponde a nuestra obsesión por el poder. Las personas religiosas no son inmunes.

El camino con los puños cerrados parece siempre más simple y rápido que la larga marcha del siervo fiel. Finalmente, Jesús venció todo eso por medio de la oración, y en seguida podemos poner en práctica los siguientes principios para derrotar al enemigo:

1.- Alabar el nombre de Dios Salmo 103:1-2. 2 Confesar nuestros pecados 1ª Juan 1:9. 3.- Agradecer las bendiciones de Dios. Col. 4:2, Fil 4:6, Efesios 5:18-20. 4.- Presentar nuestras necesidades a Dios. Mateo 7:7, Juan 14:13, Santiago 1:5-8, 1ª Juan 5:14-15. 5.- Alabar el Nombre de Dios Salmo 63:3-4. 6.- Orar públicamente Juan 15:16. 7.- Oración privada Daniel 6:10, Lucas 22:4.

                                                                         Pbro. Rodolfo Torres Pérez.