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NO ES A MI MODO


Uno de los privilegios más hermosos que tenemos como cristianos y también una de las más grandes diferencias entre nuestro sistema de creencias y el de otros credos, es el hecho de que nosotros podemos hablar con nuestro Dios, y que Él nos contesta. Quizá por esto los escépticos creen que estamos locos, porque hablamos con nuestro “amigo imaginario” y podemos mantener charlas con Él; la verdad es que suena imposible pero no lo es y por ello es tan relevante para nosotros buscar al Señor en oración, pero no en un monólogo donde nosotros expresamos nuestros pesares y presentamos nuestras peticiones para cerrar la plática y esperar lo mejor, sino para recibir respuesta directa del Padre, quien no necesariamente nos contestará en relación a lo que queremos oír, pero sí en base a lo que necesitamos escuchar en ese momento.

Observe la vida de los dos hombres más cercanos al Padre: Abraham, por ejemplo, mantuvo diálogos completos con Él, como aquel en el que intercede para que Dios no destruya Sodoma (Gn.18);  David, fue un atrevido que inclusive retó a Dios pidiéndole que se levantara, que demostrara su poder o que no lo castigara por algo que hizo, pero al mismo tiempo le cantó de amor y bailó para Él enfrente de una multitud y de una esposa avergonzada. Jeremías, Jonás y Gedeón no aceptaron de inmediato la orden que el Padre les dio, a Daniel le reveló a detalle planes para el futuro y a otros inclusive les dio un leve vistazo de la encarnación de su persona… No estamos hablando de un conjunto de locos que inventan historias (ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo por que vivieron en diferentes tiempos), estamos hablando de la realidad factible para los hijos de Dios de escuchar la voz del Padre en forma clara, detallada y comprensible… ¿Ya te ha dicho Dios algo o aun sigues en la etapa donde tú hablas y sólo hay silencio de regreso?

Es importante aclarar que Dios NO se rehúsa a hablar (salvo en muy específicos casos para aleccionar a un hijo más experimentado), sino que nos falta deseo y dedicación, queremos las cosas sin mucho o nada de esfuerzo, como si se tratara de meter al microondas unas palomitas y esperar no más de cuatro minutos; en realidad esto es más bien como congelar agua para hacer hielo o como cocer una carne a fuego lento, requiere paciencia, dedicación y atención. Esta semana fuimos retados por nuestro pastor a no querer que Dios se cuadre a nuestras formas sino a abrirnos nosotros a las suyas, después de todo, Él es Dios, es el Soberano del universo, el General de la huestes celestiales y el Creador de todo lo que existe. Revisemos nuestro corazón y nuestras formas porque tal vez ahí se encuentren las razones por las cuales aun vivimos en el monólogo… Vayamos ya al dialogo y a la revelación con Dios, a convertirnos en dignos de que nos cuente sus secretos y nos hable con amor y pasión como Él quiere hacerlo.

Pbro. Efraín Reyes Bonilla