Este mes es uno en el cual hacemos énfasis en la hermosa persona del Espíritu Santo y cómo Él ha venido a encender las vidas de muchos de nosotros (y puede también encender la tuya). Precisamente en este mes se celebra también el aniversario de la experiencia de John Wesley llamada el Corazón Ardiente; Wesley era un hombre piadoso, ordenado y metódico, un ministro anglicano que buscaba la santidad pero no tenía la certeza de su salvación. Sin embargo las cosas cambiaron en su vida, él lo explica así en su diario: “A la noche fui con muy pocas ganas a una Sociedad de la calle Aldersgate, donde alguien leía el Prefacio de Lutero a la Epístola a los Romanos. A eso de las nueve menos cuarto, mientras describía el cambio que Dios opera en el corazón mediante la fe en Cristo, yo sentí un extraño ardor en mi corazón. Sentí que confiaba en Cristo, y únicamente en Cristo, para mi salvación; y me fue dada una seguridad de que Él había quitado todos mis pecados, sí los míos, y me había librado de la ley del pecado y de la muerte… Comencé a orar con todo mi ser por aquellos que de alguna manera particular me habían usado desdeñosamente y me habían perseguido. Luego testifiqué abiertamente a todos los allí reunidos lo que ahora, por primera vez, experimentaba en mi corazón.”
Esta certeza de perdón, es lo que la Biblia llama el Testimonio del Espíritu y se refiere a esa certeza que sólo Él puede darnos de que somos hijos de Dios, somos amados y perdonados y seremos salvos en el día final (Romanos 8). ¿Cómo no iba a sentir Wesley esta experiencia si era el mismo Espíritu de Dios, representado varias veces en la Biblia como un fuego (Mt 3, Hch 2, He 12), quien le estaba hablando? Y lo mejor es que esto no se quedó en una experiencia personal, como tristemente ocurre con muchos cristianos, sino que llevó a Wesley a compartir el evangelio a mucha gente, yendo inclusive a lugares donde la iglesia establecida prohibía predicar en público. Lógicamente como resultado de esto la gente comenzó a acercarse a Dios, pero nuevamente, no fueron sólo momentos de emoción en sus vidas, sino que se habla de una transformación de la nación inglesa como resultado de este avivamiento.
El Espíritu Santo es una persona, nos da dones, convicción, nos redarguye, nos confronta, nos acerca al Padre y nos revela sus secretos; Él no funciona al gusto de quien le pida sino que reparte sus dones como Él quiere, no se le puede controlar sino que es como el viento que no sabes de dónde viene ni adónde va, su papel no es hacernos sentir emocionados (aunque lo logra) sino transformar nuestras vidas para que seamos como Cristo. Oro que haya en ti también la experiencia de un corazón que arde en fuego, que busca la comunión, la santidad y que pone manos a la obra, llevando su experiencia personal con Dios a quienes no la tienen… oro que ardas en el fuego santo del Señor, no el que consume, sino el que enciende…
Pbro. Efraín Reyes Bonilla