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LLEVANDO CAUTIVO TODO PENSAMIENTO


      En la mente humana se libra una lucha entre los pensamientos de Dios que están relacionados con su voluntad y los que difieren de los principios bíblicos.  Estos conceptos del humanismo tratan de gobernar creando fortalezas en la mente.

En esta ocasión estudiaremos como alinear nuestros pensamientos a los de Dios usando las armas espirituales como son la oración, el estudio y la obediencia a la Palabra de Dios.

I  Los pensamientos de Dios son superiores a los humanos

Los pensamientos y caminos de Dios no son iguales a los del hombre pero nuestra mente y corazón se pueden renovar y transformar al buscar a Dios (Rom.12:2). Hasta entonces los pensamientos y caminos comenzarán a conformarse a los de Dios.

El mayor deseo de los creyentes debe ser vivir en conformidad con el Señor para que todo lo que se haga agrade a Dios a quien servimos y eso se logra al permanecer en su Palabra y responder a la dirección del Espíritu Santo (Rom.8:5-14).

II Dios conoce los pensamientos humanos

Es importante que el hombre comprenda que es responsable de los pensamientos (Sal.94:11), palabras (Mt.12:36-37) y acciones que realice ya que en muchas ocasiones es negativa.

La única manera de ser libres de pensar y actuar en forma inadecuada es pedir ayuda a Dios “examíname, oh Dios y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos y ve si hay en mi camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Sal. 139:23,24).

Vencer al enemigo que pone esos pensamientos y acciones de maldad se logra por medio de la sangre del Cordero y la Palabra del testimonio (Apoc. 12:11).

 III Buscar tener la mente de Cristo

Cuando enfrentamos la tentación (Mt. 4:3-11), no son las circunstancias o la necesidad lo que determina una acción sino que una respuesta con fundamento bíblico es lo que hace someternos a Dios y resistir al diablo quien huirá de nosotros (Stgo.4:7).

En el proceso de ir rompiendo las fortalezas en la mente del discípulo es importante utilizar toda la armadura de Dios (Ef.6:10-18), especialmente cubrir la mente con el “yelmo” de la salvación        (Ef. 6:17).

 Otro aspecto importante es que los pensamientos que llenen al creyente deben ser “todo lo bueno, lo verdadero, lo honesto, lo justo,  todo lo puro, lo amable, lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna y algo digno de alabanza; en esto debemos pensar” (Fil. 4:8).

 Concluimos que no se gana la batalla utilizando armas humanas como el ingenio, talento, carisma o fuerza de voluntad propias, ya que son insuficientes para tener la victoria. Solamente con armas espirituales como la oración, el conocimiento y la práctica de Biblia y el poder del Espíritu Santo se pueden llevar cautivos los pensamientos a la obediencia a Cristo y derribar las fortalezas mentales.

                                                                                                                                Pbro. Raúl Rosas González