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Llenos del Espíritu Santo


Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22.

Amor, gozo y paz. Tres virtudes que dentro de su expansión general, son enfocadas hacia Dios, hacía el prójimo y hacia sí mismo. Todo esto nos capacita para una santa comunión con Jesús y con su iglesia: “Amor a Dios, gozo en Dios, paz con Dios”. El amor es como el primogénito entre las demás virtudes, si no amas, no conoces a Dios porque Dios es amor, dijo Juan. Y además el amor cubrirá multitud de faltas (1 Pedro 4:8). Para el creyente genuino que de veras ama a Dios, el gozo es, no solo una consecuencia del amor, sino hasta un deber (Filipenses 3:1: Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor; 4:4: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo:!Regocijaos!). Y todo el que ha aceptado la reconciliación con Dios ¿cómo no va a gozar de entera paz? Paz no solo para con Dios, sino para con sus hermanos. (Hebreos 12:14: Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor).

Paciencia, benignidad y bondad. Guardan especial  relación con nuestro prójimo. Es paciencia la que se ejercita en la relación con las personas, y ayuda a soportar, sin rencor vengativo, y no procuramos ejercer acción alguna contra la conducta perversa de otras personas hacia nosotros.

Benignidad, viene de una raíz que significa ser útil y servicial. Se muestra en particular en la acción a favor de la práctica que se ejercita en el trato con las personas que están bajo nuestra autoridad, nuestros iguales y personas necesitadas (enfermos, pobres, niños, drogadictos, y creyentes caídos, muchas veces por testimonio de otros).

Bondad, sale cuatro veces en el Nuevo Testamento, siempre de la pluma de Pablo, y alude a la nobleza de carácter tal como dijo en Filipenses 2:3-4: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. ¿Cuántos podemos decir que somos humildes, que vemos a los demás como superiores y que miramos no solo por lo nuestro, sino también por lo de los otros? Por ejemplo, ¿Cuántos de aquí estamos dispuestos a diezmar lo que realmente debemos diezmar?

Fe, mansedumbre y templanza. Tres virtudes que tienen especial relación hacia sí mismo, y son como un broche de oro en la calidad del carácter del cristiano.

Fe tiene aquí el sentido y contexto de fidelidad, por la que una persona es digna de crédito y de fiar, pues se ejercita tanto en lo que se declara como en lo que se promete a otros. Mansedumbre, es la disposición a ceder los propios derechos por amor a los demás, en provecho de otros o sujeción a la autoridad espiritual puesta por Dios, aunque ésta, se equivoque aparentemente, pues, como dice Romanos 8:28: “Todas las cosas ayudan para bien” y  “Toda autoridad es puesta por Dios” Romanos 13:1. Cerrando toda la serie está la templanza (dominio propio). Templanza podemos decir que se queda corta. Dominio de nuestros deseos carnales, y aquí se hace alusión a la avaricia, pleitos, chismes, envidias etc.

Al final de esta lista Pablo nos hace la siguiente observación: “Contra tales cosas no hay ley”.  Como si dijese Pablo: “Quién tiene este fruto del Espíritu, tiene la verdadera libertad, no necesita ninguna ley, puesto que la función de la ley es restringir, mientras que este fruto surge incontenible de la misma acción del Espíritu y se desborda desde el amor, al cumplir de sobra y rebasar todas las obligaciones que la ley pueda imponerle, pues camina la segunda milla como dijo Jesús: “Y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Mateo 5:40.

Pbro. David Eduardo Almanza Villalobos.