Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” Gálatas 5:1
El 16 de septiembre de cada año se conmemora la Independencia de México, pero la noche del 15 de septiembre se “da el grito”, porque en esa fecha en 1810 Miguel Hidalgo y Costilla llamo a la gente para que se unieran en una lucha contra el dominio de los españoles. Con esa guerra buscaban separase de España y hacer de México un país independiente.
Hidalgo empezó la lucha con muy pocos hombres, pero en poco tiempo llego a reunir un gran ejército. La guerra duro muchos años y no fue sino hasta 1821 cuando se logro derrotar a los españoles y México se convirtió en un país independiente, libre. De este modo se terminó con la esclavitud y desde entonces el pueblo se une todos los 15 de septiembre para recordar aquel primer grito de Miguel Hidalgo, celebrar la independencia y gritar con orgullo “VIVA MEXICO”
Por otro lado, la historia también nos recuerda que: “Al acercase la medianoche del 31 de julio de 1838, William Knibb reunió a diez mil esclavos en la isla de Jamaica para celebrar el Acto de Emancipación que tomaría efecto el día siguiente. Llenaron un inmenso ataúd de látigos, hierros de marcar, esposas y otros símbolos de servidumbre. A la primera campanada de la medianoche, Knibb gritó: “¡El monstruo se está muriendo!” Al sonar la última campanada gritó: “¡El monstruo está muerto! ¡Enterrémoslo!” Cerraron el ataúd, lo bajaron a una tumba de dos metros y lo taparon, enterrando así para siempre los últimos vestigios de su horrenda esclavitud. A una voz, diez mil gargantas afónicas celebraron la libertad humana.”
Ese mismo sentimiento de liberación de la opresión es una nota dominante en la experiencia cristiana de la salvación. El Nuevo Testamento parece una larga proclamación de emancipación, de libertad. En sus páginas se puede leer y como una analogía diríamos- oir el doblar de las campanas- que anuncia una nueva era en la cual las cadenas de la esclavitud al pecado se están rompiendo y el monstruo que ha estado encadenado a la humanidad se está empezando a morir. La palabra redención recoge este sentimiento gozoso de liberación del cautiverio del pecado. El término traduce dos familias de palabras griegas que significan 1. “liberar o soltar a alguien”, como de una prisión, y 2. “pagar un rescate”, como al comprar la libertad de un esclavo. Las imágenes vividas que se agrupan en torno a este concepto en las Escrituras sugieren muchas cosas acerca de la naturaleza de la salvación.
Finalmente, la sangre derramada por mártires en este mundo y en varias naciones no fue en vano como lo hemos visto en dos historias mencionadas; pero la historia más grande de redención, y liberación es la que hizo nuestro Señor Jesucristo hizo por cada uno de nosotros en la Cruz del Calvario y como el apóstol Pablo diría “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados;”. Gálatas 5:13
Pbro. Rodolfo Torres Pérez