Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Efesios 5:14

No le dijo vengo a levantarte, sino levántate. Tú. Y pronto. Lo imposible era romper las cadenas y mantener dormidos a los que guardaban a Pedro, de esos imposibles se encarga el Señor, que motivado por la oración sin cesar de la iglesia decidió liberarlo de la cárcel. Pero el ángel no extendió la mano para levantarlo, sino para golpearlo en el costado, en donde el corazón se aloja para cambiar su actitud y despertarlo de su letargo físico y emocional con la orden de ¡Levántate pronto! Venían más indicaciones a manera de orden que Pedro tenía que obedecer actuando por sí solo: Cíñete y átate las sandalias, envuélvete en tu manto y persiste en seguirme (así debe traducirse por estar en un presente continuo o lineal). El que en su desánimo y depresión espera que venga algún ungido a orar por él para que Dios lo levante, corre el riesgo de quedarse encadenado a los soldados que lo mantienen cautivo. Llámense esos soldados problemas económicos o de salud, sean problemas en el trabajo o en la familia, representen estados de ánimo apagados o tristezas por alguna desgracia sufrida, costumbres o malas experiencias del pasado, enseñanzas equivocadas y hasta malos hábitos. Es irresponsable evadir la orden, no es esperar a que con una oración o un cambio de circunstancias cambie la situación que me agobia y me dejen libre estos soldados y me suelten de sus cadenas. Si me es dado el mandamiento y la orden es clara para que esperar a que alguien me ayude, de que sirve buscar quien me ciña y me ate las sandalias, porqué pedir que me cubran y me lleven de la mano. La luz en la cárcel de Pedro, como Cristo en nuestras vidas ya ha resplandecido, sus mandamientos son claros, su palabra nos es dada, nuestros errores en ella son descaradamente evidenciados y levantarme es dejar de hacer lo malo y aprender a hacer el bien. El imperativo entonces es para que tomemos la iniciativa de levantarnos, de obedecer. Pues hasta entonces se romperán las cadenas, el mandamiento es ceñirnos como valientes y caminar con las sandalias de la obediencia bien atadas, mientras el Juez mantendrá dormidos e inutilizados a esos soldados, y así envueltos en el manto de justicia persistamos en seguir al Bendito en sus pisadas. Lo imposible lo hará El Que Todo Le Es Posible, a nosotros nos toca levantarnos, tomar la decisión y cambiar nuestra vida, para que la gloria del que se levantó de los muertos sea vista sobre nosotros para nuestro gozo y gloria de ser restaurados y para dar testimonio del que es digno de ser alabado para siempre.
Jorge Figueroa del Valle