Wasihngton #513 Ote. Monterrey N.L. 8:00 a.m., 10:00 a.m., 12:00 p.m., 2:00 p.m. y 6:00 p.m.


LÁGRIMAS DE GOZO


4:39-42.  Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.

Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días.

Y creyeron muchos más por la palabra de él,

  y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.

 

Cuando veo el templo lleno de gente alabando Dios con entusiasmo y sus manos levantadas,  algunos moviéndolas  en diferentes direcciones, como diciéndole a Dios: -Aquí estoy papá, mírame Señor, he venido para adorarte Dios, he venido para agradecerte todas las cosas buenas que me has dado…- Otros con sus ojos llenos de lágrimas surcando sus mejillas, a veces mojando incluso la alfombra o el piso, denotando que son lágrimas de gozo, lágrimas de amor, porque han sido recibidos con amor por Jesús y han obtenido invaluables e innumerables bendiciones. Me pregunto, ¿Quién trajo tanta gente a este lugar, como llegaron? ¿Quién trajo a quién?; al recorrer los rostros conocidos, empiezo a relacionarlos y algunos son parientes de otros, compañeros de trabajo, amigos, estudiantes de la misma escuela etcétera; luego al mirar rostros nuevos, proyectando alguna  necesidad, vacío en su interior, miradas vagas, desconcierto o asombro, me pregunto: ¡Qué gusto ver caras nuevas!, pero, a él ¿quién lo trajo o invitó?, ella… ¿cómo llegó a este culto?, entonces observo su rostro y le encuentro parecido al hermano o hermana que está a su lado, y me imagino que es su hermano, hija, prima o algún parentesco han de tener; concluyendo que son  pocos aquellos que podemos decir, “llegaron solos al templo”.

En esta reunión de Jesús con muchos samaritanos, vemos que no fueron invitados o traídos por Jesús ni por sus discípulos, ni fueron llevados por haber recibido o para recibir algún milagro; simplemente estaban allí, por que una mujer cuyo nombre es omitido, solo les habló e invitó a venir a conocer a Jesús; invitación que estos aceptaron al ver el entusiasmo y la actitud positiva y persuasiva de una mujer, que por cierto (por lo que le descubrió Jesús), podemos decir que  era de reputación dudosa; no sabemos si esta reputación le estorbó o favoreció para convencer a muchos a venir a conocer a ese hombre llamado Jesús, De la misma manera, nuestra reputación o testimonio, nos puede estorbar o ayudar para traer gente a Jesús; nos estorbará cuando confiemos en nosotros y hablemos de nosotros, nos ayudará, cuando confiemos y hablemos de JESUCRISTO.

Al estar en medio de la iglesia, podemos mirar a nuestro alrededor y preguntar y contestarnos: ¿a cuántos y a quiénes he traído a este lugar para que conozcan a Jesús? ¿cuántos de mis invitados a Jesús, pueden decirme como los hombre de esta historia: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo. “

 

Oremos, pidiendo a Dios de la gracia que dio a esa mujer, para convencer a nuestros invitados y traerlos a conocer a Jesús.

Pbro. Lorenzo Reséndiz Arvizu