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LA VOLUNTAD DE DIOS


Negarnos a hacer la voluntad de Dios para hacer la nuestra: Una abominable idolatría.

1 S 15.23 Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.

Saúl, rey de Israel, procuraba matar a David. Sabía que él es el que debería estar sentado en el trono. David el espiritual, que era conforme al corazón de Dios, acechado por Saúl el carnal vivía. De la misma manera viven en nosotros dos voluntades; la de Saúl, que se aferra a hacer su voluntad, a pesar de ser del pueblo de Dios. Y la voluntad de David, la espiritual, la que se sujeta al Señor. Y como Saúl no quería que viviera David, puedo igualmente tener una voluntad que se niega a rendirse a Dios y, a pesar de ser de Cristo, quiero que reine mí voluntad. David huye, a pesar de ser el ungido rey. Nunca la voluntad de Dios se hace por fuerza, sino por una rendición voluntaria; igualmente el David que hay en nosotros, nunca nos obligará a obedecer a Dios, mas bien, espera una entrega libre y espontánea del corazón al Señor. Saúl persigue a David hasta su propia casa, pero su esposa Mical, hija de Saúl, le permite escapar y coloca un ídolo en la cama de David para fingirlo enfermo. Cuando llegan para llevarse a David hasta en su propia cama, encuentran el ídolo acostado en lugar del futuro rey. No basta con ser de Dios y creer en Él, hay que rendirse a hacer su voluntad. Como cada rey representa la voluntad del hombre, Saúl es mi voluntad inicial en el reino de Dios, que se niega a rendirse a Él, pues quiere vivir tomando sus decisiones, haciendo su agrado y disfrutar de su autonomía y poder. Más un día morirá Saúl en nosotros y se levantará David, una voluntad rendida al señorío de Cristo. Y como Saúl encontró un ídolo cuando quiso matar a David, así en nosotros se encuentra un ídolo cada vez que matamos la voluntad Divina al negarnos a obedecer al Señor y escoger nuestra voluntad. Y de la manera en que Mical, hija de Saúl, fruto de sus entrañas, fue quien colocó ese ídolo; el fruto de nuestra obstinación por cumplir nuestro agrado, es quien pone un ídolo frente a nuestro Saúl, ante esa voluntad negada a rendirse al Señor. Como cristianos podemos vivir en la idolatría, en la terquedad de gobernar nuestras vidas a nuestro parecer y antojo, y en la testarudez de encontrar, incluso en la palabra de Dios, justificaciones para hacer lo que queremos. Y cada vez que hacemos algo diferente a lo que Dios nos pide, encontraremos en ese empeño de vivir nuestras vidas a nuestro antojo un ídolo recostado en el aposento más íntimo de nuestro corazón, como Saúl encontró un ídolo al querer matar a David, fruto de nuestra voluntad resistente a Dios. Primero fue rey Saúl, luego David; primero somos carnales y después espirituales. Y en ese proceso mostramos, en cada decisión egoísta y rebelde para saciar nuestros deseos, los ídolos y la idolatría que hay en nuestro corazón. Y David reinará en nosotros hasta que muera Saúl. La voluntad de Dios se hará en nosotros hasta que muramos a la nuestra, hasta que nuestro corazón decida conformarse al de Dios. Entonces verdaderamente el reino de Dios se establecerá en nuestras vidas.

                                                                                             Jorge Figueroa del Valle