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La Presencia de DIOS en su iglesia


“Cuando llegó el día del Pentecostés” Hechos 2:1

El Pentecostés es la Presencia de DIOS en su iglesia. Cumpliría la promesa de empoderar a la iglesia para la expansión de su evangelio, es la investidura que facultaría a 120 para llevar un mensaje transformador a las naciones (Hechos 1:8). Lo que DIOS trataría no sólo sería con 120 sino con las naciones, es entonces, el Pentecostés, el punto de partida de la iglesia hacia las naciones. La importancia de la iglesia estaría en lo que DIOS haría en ella y a través de ella más que en lo que pudiera hacer por Él.

La Presencia de DIOS debía ser hallada en la predicación, oración, decisiones, acciones, conducta, de la iglesia. Tendría el integral: mensaje – transformación. No sólo tendría el mensaje de salvación con su explicación e interpretación, tendría además el testimonio del Espíritu Santo que le acreditaba como salva y genuina (Romanos 8:16). Su llamado a ser testigo no se encerraría a un mensaje elocuente sino a la transformación mediante el mismo. No informaría, transformaría, formaría, y estaría siempre a la expectativa en todas sus reuniones porque DIOS estaría Presente. Sería un mensaje que persuadiría al pecador llevándolo a la reconciliación con el Señor pasándolo de una vida desorientada a una alineada a los planes de DIOS (Hechos 3:19 y 20), un mensaje que convertiría y no tan sólo convencería, con tal persuasión que su resistencia sería a humillarse y creer o querer detener su propagación (Hechos 6:8 – 12). Es necesario preguntarse…

¿Se tiene el mensaje en su integral? Es decir, ¿Aún la iglesia transforma mediante la predicación y testimonio de la Palabra del Señor, o solamente informa?

Tener el mensaje sin su transformación es la carencia de la Presencia de DIOS a través de su Santo Espíritu, es una vida descreditada por una incongruencia entre lo que se cree y se hace. El Pentecostés es la vivencia de la fe, el recibimiento de lo que se prometió, el testimonio de quién es DIOS.

 Después del Pentecostés es la relevancia, son convertidos 8 mil personas (Hechos 2:41, 4:4, sin contar mujeres y niños), no 8 mil informados sino 8 mil transformados, con la evidencia de la unidad, el fervor en oración, milagros, sanidades, viviendo en el temor del Señor (Hechos 2:44, 5:12, 9:31)… Esto sucedió por la predicación del mensaje, no elocuente sino con denuedo por el empoderamiento del Espíritu Santo sobre la iglesia. La Presencia de DIOS respaldando en el cumplimiento de la promesa “Y estas señales seguirán a los que creen” (Marcos 16:17), una iglesia que las señales le seguirían y no ella siguiendo a las señales. La iglesia no tendría una filosofía ni un razonamiento que pretendiera persuadir al mundo para creer, tendría la Presencia de DIOS recibiendo la llenura de su Santo Espíritu, y Él mismo convencería al mundo de su pecado (Juan 16:8). La iglesia recibiría el poder para impactar al mundo con el mensaje – transformación y no ser influenciada por él, poder que le mantendría firme en Cristo aún y cuando la persecución y prueba fueran tan terribles en su andar, sería investida para impactar al mundo a través del mensaje transformador.

Cuando llegó el día del Pentecostés, no ha de entenderse como el momento maravilloso que la iglesia primitiva vivió sino como la Presencia de DIOS todos los días en ella. Sí fue maravilloso pero no un momento, no está su relevancia en ese día sino a todos los demás que le siguieron. La iglesia creció en número y en fe, vivió en unidad y armonía. El Pentecostés no fue ni es un momento en el año es la Presencia de DIOS en su iglesia todos los días de su vida con la finalidad de portar su mensaje – transformación al mundo. Hoy, celebramos el Pentecostés pero no como un momento sino como el inicio de la vida humillada ante la Cruz y teniendo la evidencia diaria de su Presencia mediante su Santo Espíritu.

Pbro. Sergio Jonathan Lozano Luna