La Iglesia Metodista no se queda en el campo de las formulaciones teológicas teóricas por sí mismas, como muchas otras iglesias evangélicas lo hacen.
Más bien somos una Iglesia vivencial, es una Iglesia que afirma y elabora sobre aquello que le consta, aquello que ha vivido. Pero aquella experiencia no se limita al campo de lo personal, subjetivo e interno; sino que tiene su expresión externa en la vida de la persona que resulta en la transformación de la sociedad. Es decir: Por sus frutos los conoceréis. Mateo 7:20.
El Metodismo no es un cristianismo puramente cerebral, también es una fe del corazón. Pero para que la experiencia sea válida debe estar fundamentada en la Escritura. Es decir, la experiencia solamente confirma aquello que la Escritura establece. Nosotros no hacemos doctrina que no esté basada en las Sagradas Escrituras. Todos nuestros cultos, actividades, enseñanzas y nuestra visión, están respaldadas por la Biblia.
La experiencia es suficiente para confirmar una doctrina que está fundada sobre la Escritura… y aunque muchos fantaseen experimentar lo que en verdad no ha sucedido, esto no debe ser un prejuicio en contra de la verdadera experiencia.
Así pues, aunque creemos que la experiencia es sumamente importante, también creemos que no podemos basar nuestra fe y conducta en experiencias personales, pues llegar a creer que las manifestaciones externas de una experiencia dada, por sí solas, pueden ser justificables, es un error.
La experiencia es una categoría vital, pero no es una fuente de doctrina, sino como prueba de si estamos viviendo las promesas de las cuales habla la doctrina. La norma para considerar la autenticidad de las manifestaciones de cualquier experiencia siempre debe ser la Palabra de Dios. Lo que se experimenta debe estar claramente enunciado y contenido en la Biblia. De esta manera vemos, una vez más, la primacía que las Sagradas Escrituras tienen sobre la vida y teología de la Iglesia Metodista.
Alguien dijo por ahí: Aunque una doctrina o experiencia haga llover milagros, si no está apegada a la Biblia, no es correcta.
Pbro. David E. Almanza Villalobos