“Y al pasar, vio a Levy hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió” (Mar. 2:14).
.Jesús invita a los hombres para que se le unan su gran desafío; la gran comisión. El mandato de Cristo a Mateo (Mr. 2:14), a Felipe (Jn. 1:43), al joven rico que lo rechazó (Mt. 19:21) fue siempre el mismo: Sígueme. Así también, el mandato de Jesús para todos los que aspiramos ser sus discípulos es que tomemos su cruz y le sigamos (Mr. 8:34).
I Lo que implica seguir a Jesús
Jesús nos da la impresión de no aceptar que alguien le siga hasta que él no hubiese estado absolutamente seguro de que la persona sabía a lo que se comprometía. Jesús no quiere que nadie le siga con falsas apariencias, ni acepta un servicio ofrecido por pura emotividad pues la duración del mismo sería corto.
Repetidamente se destaca lo que las personas dejaron para seguir a Jesús. Lo que a nosotros nos interesa percibir aquí es que seguir a Jesús nos compromete a lo que hoy se llama un trabajo permanente. En nuestro tiempo, la diferencia es que seguir a Jesús implica servirle desde nuestro lugar de trabajo y no dejándolo. Quizá sea más fácil dejarlo todo pero nuestro deber es testificar de Jesús donde él nos haya puesto.
La razón de esta implicación es que ningún hombre puede seguir a Jesús y a la vez hacer lo que le guste. Seguir a Jesús puede significar el sacrificio de los placeres, hábitos, aspiraciones y ambiciones que componen la trama de nuestras vidas. El seguir a Jesús implica este acto de renuncia y renunciar nunca es fácil.
II Debemos ver lo que se da al seguir a Jesús
Cuando un hombre se conduce solo por sus medios, fácilmente se pierde en la incertidumbre y puede terminar en las tinieblas del pecado. Caminar en compañía de Jesús es estar seguro del camino.
Seguir a Jesús es llegar victoriosos en la misma gloria en que Jesús está –Jn 12:26
Jesús nunca prometió un camino fácil pero sí un camino que al final su aspereza sería olvidada.
Si tenemos el privilegio de ser llamados por nuestro Maestro a seguirlo y ser sus discípulos, aceptemos con gozo el reto, teniendo la seguridad de que cada día veremos la mano de Jesucristo actuando poderosamente en nosotros como Iglesia y a través de nosotros.
Pbro. Raúl Rosas González