Dice el Salmo 27: Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová, en la tierra de los vivientes, y creo que varios nos identificamos con este verso. En ocasiones parece desesperante el mundo en que vivimos, hay demasiada maldad, mucha violencia, conflictos, necedad, enorme egoísmo, muy poco amor, indolencia, malicia y las cosas no parecen mejorar sino empeorar. Los hijos de Dios que deseamos vivir una vida santa somos cada vez más raros y ha comenzado aún dentro de la propia Iglesia una persecución y escarnio con frases y adjetivos como “santurrones”, “a todo le dicen pecado”, “persignados”, etc. Llegamos al tiempo donde, como señaló el profeta Isaías, se le llama malo a lo bueno y bueno a lo malo y muchos de los que tenemos el mensaje del evangelio estamos callando, ya sea por vergüenza, deseo de no quedar mal, o simple desinterés y falta de amor por la gente que se pierde. El Señor dijo que muchos serían llamados y pocos escogidos y tal vez esto comienza a tomar forma en el cristianismo light que muchos de mis hermanos están viviendo, confundiendo cosas como no exagerar espiritualizando todo o tratar de ser comprensivos con un mundo que no desea al cristianismo como forma de vida, con el adoptar las costumbres del mundo, el dejar de llamar profano a lo que lo es y el no marcar una diferencia real entre lo bíblico y las costumbres. Es como si hubiéramos pensado que todos somos maduros y que las cosas ya no nos dañan, que “probar” es parte de la experiencia que debemos vivir para “ayudar a otros sabiendo lo que se siente” , o que los demás deben crecer y no importa lo que yo haga aun cuando esto haga caer a alguien más.
En medio de este escenario color negro, vuelven a alumbrar las luces de las promesas de Dios, el recordar que estamos de paso y llegaremos a una mejor ciudad, que nuestro cuerpo será glorificado y no enfermaremos ni moriremos, que tendremos nombres nuevos que no dependan de los gustos de nuestros padres sino de la identidad con la que Dios nos ve, que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse (Ro 8:18), que si seguimos aquí es porque aun tenemos cosas que hacer; llegará el día de un descanso cuando el trabajo no representará fatiga y aflicción de espíritu, cuando ya las personas no harán lo que mejor les parezca y el interés por otros no será la excepción sino la regla, donde no solo hablaremos con el Padre sino que le veremos cara a cara constantemente… el esperar estas cosas nos convierte en los más ilusos del siglo XXI, pero al mismo tiempo en aquellos que tienen la mayor esperanza de todos… hay que compartir esta esperanza… aun es tiempo…
Pbro. Efraín Reyes Bonilla