En los últimos tres días llevamos a cabo en nuestra iglesia el Congreso Pasión por su Gloria: Establezcamos el Reino. Fue un momento de muchísima bendición, pues recibimos a tres oradores invitados con muchísimas experiencia, que con pasión en el corazón y con el poder del Espíritu Santo nos recordaron cuál es el fin de la iglesia, el propósito de que conozcamos a Cristo y nos despertaron a la realidad de que la tarea que nos corresponde es ser esos embajadores del Reino que representen al Rey de reyes y Señor de señores en cada circunstancia de nuestras vidas.
Pero ¿en qué consiste el Reino de Dios y qué es lo que realmente significa ser embajadores del Reino? Podemos decir que el Manifiesto del Reino (como lo llama el autor Brian Mclaren) se encuentra en Mateo 5,6 y 7 y abarca las bienaventuranzas y las enseñanzas de Jesús en el conocido Sermón del Monte. Dichas enseñanzas tratan de describir las diferentes formas en las que nosotros podemos cumplir los dos grandes mandamientos: Amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismo.
Y es muy interesante que éste Manifiesto, después de abordar las bienaventuranzas, nos enseña que nosotros como pueblo de Dios somos o debemos ser, la sal de la tierra y la luz del mundo. Y a continuación nos dice todas las formas en las que podemos lograr esa meta. No se trata de hacer cosas muy extrañas como si quisiéramos alcanzar el nirvana, ni pasar una cierta cantidad de horas en meditación, o hacer largos peregrinajes en busca de algo que nos beneficie a nosotros mismos, más bien se trata de representar a Jesús en nuestra vida cotidiana. De amar a nuestros enemigos, de ver a los demás con los ojos de Jesús, de no codiciar, de mostrar interés por nuestros hermanos en la fe y por nuestro prójimo en general, de no juzgar, de permanecer en la oración, etc. En sí es un llamado a que cuidemos con qué intención hacemos lo que hacemos, y de enfocar nuestra vida en lograr que otros puedan ver a Jesús a través de nosotros. Extender el Reino comienza aquí y ahora, pero tiene como fin último que todas las naciones de la tierra, todas las etnias, culturas y subculturas de todos los rincones de la tierra sepan que la vida en Cristo es una vida de amor, justicia y paz.
En éste congreso se hizo eco de aquel mandato que por tantos años se ha escuchado, pero al que pocos han prestado atención: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”. Todos somos parte esencial del cumplimiento de ésta tarea, y no necesitamos de años de preparación teológica o doctrinal, lo que necesitamos es un corazón dispuesto y una voluntad firme para ser esos dignos representantes de Jesús, para que cuando la gente que no conoce de él nos vea, pueda palpar el Reino en nosotros, pueda sentir el amor de Dios y el interés genuino de la iglesia.
Hoy se alza el reto… y tú ¿qué responderás?
Fernanda Casar