Estoy plenamente convencido de que el cristianismo está íntimamente ligado a las raíces hebreas y, aunque he escuchado a algunos de mis hermanos (y aun de mis maestros) decir la frase “no somos judíos” yo creo que es un error menospreciar la riqueza de la enseñanza y la interpretación hebrea. Lo pienso porque he hecho una lectura minuciosa de Romanos 9 al 11, porque he leído el Antiguo Testamento y porque creo que Dios no desecha a los suyos, de manera que Israel aun sigue siendo pueblo de Dios de la misma manera que lo somos nosotros que recibimos a Jesús (Jn 1:11-12). Desechar esto es como querer tomar del Antiguo Testamento solo lo que nos gusta, por ejemplo decir Jehová es mi pastor pero desechar las fiestas instituidas por Dios, como si el mismo Jesús no las hubiera celebrado… creo que esto es un error.
Hay demasiado que decir sobre el tema (y lo haré en una ocasión posterior), pero hoy es necesario entender la relación entre la venida y la llenura del Espíritu Santo (Hch 2) y la fiesta de Pentecostés (Ex 34, Dt 16). Comencemos por decir que la palabra Pentecostés no se usa en el Antiguo Testamento por lo que si usted utiliza una concordancia o un buscador electrónico y teclea la palabra solo arrojará citas del N.Testamento. Su nombre original es la “Fiesta de las Semanas” (Shavuot) debido a que se deben contar 7 semanas después de la Pascua (para nosotros la crucifixión) y sumarle un día (Lv 23), lo cual nos da un total de cincuenta días, de lo cual proviene la raíz pente de la palabra Pentecostés. Esta fiesta celebra la culminación de un periodo (un desierto sin manifestación de Dios), la renovación, el inicio de otro periodo, la plenitud del alimento (aquí sí hay levadura, frutos y muchos animales), la entrega de la ley (y en este sentido la revelación), la unión mistica entre Cristo y su novia (la iglesia), el inicio de la iglesia como tal (y el inicio de Israel como nación), entre otros conceptos no menos importantes.
No es una casualidad que el Espíritu Santo viniera en Pentecostés, pudo haber venido al otro día después de la ascención, o siete días después (y seguiría siendo un número perfecto) o inclusive el día de los tabernáculos, o bien al año de la crucifixión… pero si algo es claro es que Dios no hace las cosas al azar y escogió esta fiesta por razones muy relevantes que pocas veces estudiamos. Es precisamente un motivo de tristeza para mí el ver que las personas y las predicaciones hablan de Pentecostés siempre dando énfasis a las lenguas, al viento recio y a todo lo que ocurrió en Hechos 2 pero dejando fuera los aspectos de la fiesta instituida por Dios años antes… ¡es como comernos solo el betún del pastel y dejar lo demás!… Si le damos gran importancia a la Pascua, por ejemplo, debemos comenzar a darle importancia también a esta fiesta que celebra la llegada “triunfal” del Espíritu de Dios derramado con libertad sobre toda lengua, tal como nos fue profetizado. Debemos ser mas bíblicos, el “pueblo del Libro”, un Libro completo con 66 partes, no solo con 27.
Pbro. Efraín Reyes Bonilla