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ESPERAR, ESPERAR, ANA SOFI VA A ESPERAR…


Esto es lo que mi esposa le cantaba a mi hija mayor para enseñarle que algunas cosas no son tan rápidas como uno quisiera; si usted ha tratado con niños pequeños entonces sabe que ellos son generalmente impacientes, especialmente si se trata de hambre, sueño o un pañal sucio, y no están dispuestos a esperar mucho (hablamos de pocos segundos). Con el tiempo y enseñanza adecuada ellos van captando y aceptando que para algunas cosas hay que esperar y no existe más remedio. Así nos ocurre también cuando somos jóvenes o adultos y con el avance tecnológico las cosas cada vez son más rápidas, por lo que a veces volvemos a ser como niños pequeños a los que no les gusta esperar. No fue hace mucho cuando aun teníamos internet que provenía de pequeños módems blancos y uno se quejaba porque la velocidad no era la mejor, de ahí salió el concepto, por ejemplo, de navegar en “infinitum”, o sea, más rápido; parece que esto hubiera ocurrido hace muchos años pero no es así.

Esperar incluye cuando somos jóvenes el tener que ganar nuestro lugar entre los adultos, el buscar pacientemente un trabajo, el aguardar a una “persona especial” que Dios nos mandará, etc.; como adultos significa esperar nuestro turno en un hospital o en un restaurante para ser atendidos, soportar el tráfico intenso en ciertos horarios y a veces, esperar a que nuestros hijos maduren en algunas áreas.

Como hijos de Dios puede ser aun más difícil porque esperar implica aguardar al cumplimiento de una promesa recibida, aceptar que Dios traerá venganza en lugar nuestro, y aun aguardar su venida por segunda vez. Como hijos de Dios nuestra espera no siempre debe ser una espera quieta sino que a veces debemos de hacer nuestra parte primero para después aguardar en obediencia y mucha fe a que Dios haga la suya; pero en ocasiones no es así, acerca de ciertas enfermedades, de ciertos cambios en el corazón y de ciertos cambios importantes en la vida de la iglesia simplemente hay que esperar más, y a veces esa espera puede ser inaguantable y nos puede parecer interminable. A usted que como yo lleva años esperando una respuesta, y sabiendo de primera mano que esto puede generar desesperación en nuestras vidas le quiero recordar estas promesas que me han ayudado siempre que parece que voy a desfallecer: Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros… (2Pe 3:8-9a); Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor (Sal 40:1); Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová. (Sal 27:14); Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra (He 11:13); Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. (He 6:10); Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; En su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová Más que los centinelas a la mañana, Más que los vigilantes a la mañana. (Sal 130:5-6); He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, Sobre los que esperan en su misericordia… Nuestra alma espera a Jehová; Nuestra ayuda y nuestro escudo es él… Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, Según esperamos en ti. (Sal 33:18,20,22).

Pbro.Efraín A.Reyes Bonilla