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El síndrome de Aarón (Complacer a las personas)


Objetivo: Descubrir si se es una persona que complace a las personas por temor al rechazo o es prudente para realizar lo necesario en cada ocasión a pesar de que pueda producir desagrado en la gente que lo rodea.

¿Dónde está Moisés?

Esa era la pregunta que estaba en la mente de cada persona que le había seguido en el éxodo judío desde la esclavitud en Egipto. Durante el viaje a la Tierra Prometida, Dios convocó a Moisés al monte Sinaí para darle instrucciones y mandamientos para el pueblo. La cosa es que Dios no le dijo a el ni al pueblo cuanto tiempo se iría. Pasaron cuarenta días. La última vez que se vio a Moisés, desaparecía entre la niebla en su camino a la cima de la montaña. Dejó a Aarón, su hermano que complacía a la gente, a cargo.

Día a día, la multitud se inquietaba más. Alguien decidió que debía hacerse algo acerca de la ausencia de Moisés. Suponiendo que no iba a regresar más, el pueblo se acercó a Aarón.

Leer (Éxodo 32:1-4)

Así fue. Todo hecho. Aarón había apaciguado su impaciencia. Había hecho eso para llevarse bien con ellos. Advertirás en el relato de este suceso que Aarón no expresó la más mínima protesta. Su temor al pueblo le hizo claudicar muy rápidamente a su exigencia maligna de un dios. Cuando Aarón terminó de construir el becerro, la gente inició una celebración salvaje al adorarlo como su nuevo dios.

¡Pero espera! Aquí viene Moisés… Y valla que si está enojado. Ve la fiesta salvaje y la adoración de l becerro de oro. Está tan molesto que arroja al suelo y rompe en pedazos las tablas de piedra en las que Dios había escrito personalmente los Diez Mandamientos. Sin buscar ninguna explicación, “tomó el  becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel” (Éxodo 32:20). Ahora había llegado el momento de enfrentarse a su hermano.

(Leer Éxodo 32:21-24) Una historia muy convincente, Aarón.

Apropiarse de la conducta

¿Alguna vez advirtió que las personas inseguras no son “dueñas” ni se hacen plenamente responsables de sus actos? Aarón sabia que había dado forma personalmente al becerro de oro con su buril, si embargo mintió y sostuvo que el becerro salio del fuego misteriosamente. Su temor a no complacer a Moisés hizo que culpara al pueblo en lugar de admitir que él también había pecado al complacer sus exigencias.

Nadie que ocupe un cargo de autoridad puede darse el lujo de ser tan débil como para comprometer sus normas morales o sus convicciones personales para evitar ser poco popular o perder estima.

La “enfermedad de complacer” de Aarón derivó en consecuencias desastrosas. Moisés ordenó a la tribu de los levitas que mataran a más de 3.000 personas rebeldes ese día, incluyendo a algunos de sus mismos familiares.

Años mas tarde, tras la muerte de Moisés, Josué se convirtió en su sucesor y finalmente condujo al pueblo a la Tierra Prometida. Él no complacía a la gente. De hecho, advirtió seriamente a los israelitas, cuando se radicaba en el nuevo territorio, que se comprometieran firmemente a rechazar ídolos y a servir únicamente a Dios. (Leer Josué 24:15)

Josué no sentía temor al rechazo o a la desaprobación del hombre. Le hizo saber a la multitud en términos firmes que él no iba a complacer a nadie por el siempre hecho de hacerlo.

“Pero yo y mi casa serviremos a Jehová” Josué 24:15

Pbro. Rodolfo Torres Pérez.