Aunque en la Biblia no se menciona cómo deben ser los templos o salones donde se reúna la iglesia, nosotros tenemos en el centro el Púlpito. Sin embargo en la Biblia encontramos algunos vestigios del uso de lugares preponderantes y relativamente altos en relación con los oyentes, con el propósito de alcanzar la mayor audiencia, durante la proclamación del discurso. (Jueces 9:7; Nehemías 8:3-4; Mateo 5:1; Lucas 13:1-3; 4:16-17).
Nosotros no creemos en lugares específicamente santos dentro del templo, porque creemos que todo el templo es santificado por la presencia de Dios; pero no podemos dejar de considerar que el púlpito representa un lugar especial dedicado a la ministración espiritual, y a la predicación y enseñanza de la Palabra del Señor. Este concepto es entendido tanto por creyentes como por incrédulos. El que se coloca detrás del púlpito, se coloca en una posición de autoridad en relación con la congregación. Las personas que la integran lo reconocen así, a tal extremo que llegan a creer que aunque es un hombre el que habla, todo lo que dice desde allí viene de Dios.
A diferencia de la iglesia de Roma, nosotros tenemos el Púlpito en el centro del Presbiterio, porque es el centro de nuestra reunión. La iglesia de Roma tiene en el centro la mesa porque para ellos su culto se centra en la Eucaristía, ya que reviven cada vez el sacrificio de Jesús. Sin embargo, Jesús fue sacrificado una sola vez y para siempre (Hebreos 9:28).
Aun cuando no hubiera templo o púlpito, todo lo que se haga en una reunión de la iglesia, debe estar centrado en las Sagradas Escrituras. Podrá no haber alabanza, ni altar, ni bancas, ni piso, ni techo, pero la Palabra del Señor no debe faltar, y si esta faltara, todo perdería sentido.
Pbro. David E. Almanza V.