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EL ESTUDIO


“…Ocúpate de la lectura”. (1 Timoteo 4:13)

Juan Wesley leyó más de 70 veces “Imitación de Cristo” de Tomas de Kempis.

Spurgeon leía tanto como podía “El progreso del peregrino” de Juan Bunyan.
Cuantos hombres sintieron que su alma se precipitaba a la misiones y dejaron sus vida en el martirio cuando impulsados por
la lectura del diario de David Brainerd escucharon la voz de Dios llamarles.
Es mejor leer, es bueno para el alma mesurar la razón y enseñarla a buscar en el consejo de otros la sabiduría. Leer es como pensar, aunque con cierta ayuda. Por el hecho de tener a un autor delante de nosotros que pensó.
La palabra “lectura” hace cien años atrás, evocaba inmediatamente la imagen de un hombre serio, entregado en el silencio al conocimiento que le alumbrara. Jonatan Edwards dedicaba más de 4 horas diarias al estudio y Lutero memorizaba libros enteros de la Biblia.
Hoy la lectura evoca a una turba leyendo un trozo aquí, otro allá, hojeando rápidamente sin sensibilidad en el bullicio de una plaza, mientras sus ojos luchan por no perder la atención  de aquellas páginas austeras que ante el se presentan.
“…Ocúpate de la lectura”. Yace aquí gran parte del éxito del cristianismo primitivo. Clemente toma tiempo, esfuerzo y se siente a rebatir con gran elocuencia a los falsos. Ireneo escribe tomos y tomos “contra las herejías” que protegen al cristianismo de los lobos. Justino Mártir se enfrenta a los filósofos y Agustín a los moralistas. El joven que no lee, es pronto devorado, llevado dentro al círculo de la desdicha, pabilo humeante que es arrastrado por todo tipo de pensar.
“Ocúpate de la lectura” de entre todos los libros, recuerda al más solemne, sagrado, único, eterno y bendito, La Biblia. Y conviértete pronto , antes de que la trompeta suene, en “Homo unius Libri” (Hombre de un solo libro)
Conclusión:
Que nuestra lectura sea:
—Bien escogida, para constituir alimento digno al espíritu.
—Inteligente, pues se trata de actividad intelectual, has de esforzarte con dolor por abrir la mente y amar con ella a tu Dios.
—Lenta: No pases a la página ocho, sin saber qué dice la seis.
—En silencio: El silencio es condición de fecundidad y sin conocer el valor del silencio, siempre precisaras de un bullicio infructífero.
“…Empieza, lee; lee desde el principio y llega al final, cada palabra será triunfo que a tu vida será poderosa herramienta, pues la lectura afirma, ennoblece, nutre y ayuda a tu espíritu”.

Última Parte

                                                                                                                          Edgar Pacheco