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Cuando no creemos en el amor eterno de Dios


Creo que la esposa de Cristo, la iglesia compuesta por todos los creyentes, está enferma. Está pálida y frágil. No debido al juicio. No a causa de la negligencia. No porque no tenga para comer y beber en abundancia. La carne de la Palabra de Dios y la bebida de su Espíritu están allí a su alcance. No debido a la guerra. Ha sido golpeada por el enemigo, pero él no es el que la enferma, tan solo se aprovecha de la oportunidad. Su enfermedad es de origen interno. La esposa de Cristo está enferma de incredulidad. No reconocemos esta enfermedad porque la mayoría de nosotros la hemos sufrido toda la vida. Hace varios años, comencé a notar, lentamente, que mi nivel de energía era menor que lo usual. Para cuando me convencía de que algo andaba mal, tenía una pequeña explosión de energía y me decía a mí misma que estaba imaginando cosas. Finalmente, me hice un análisis de sangre. Después de hacerlo, ese mismo día, le conté a una amiga que estaba molesta conmigo misma por haber gastado ese dinero en el análisis. “Me siento bien. Algunas veces estoy un poco cansada, pero eso es todo. Desearía no haber hecho ese gasto”.   Esa noche me llamó el médico. Inmediatamente me mandó a la cama por dos semanas. Tenía un horrible cuadro de mononucleosis. Yo le preguntaba una y otra vez si estaba seguro. “No me siento tan mal. Sólo estoy cansada”. Unos meses después, no podía creer lo bien que me sentía. Finalmente me di cuenta de que había estado enferma tanto tiempo, que había olvidado cómo se sentía estar bien. Creo que la iglesia sufre de un caso de incredulidad que le roba su energía, pero hemos estado enfermos tanto tiempo, que no sabemos cómo se siente la buena fe auténtica. Los cristianos más sanos que podemos encontrar no son aquellos que tienen físicos perfectos, ¡sino los que toman un dosis diaria de la Palabra de Dios y deciden creer que ella funciona! ¡Incredulidad! Una y otra vez decía el Espíritu a mi corazón. ¡Mi pueblo sufre de incredulidad! En ese momento entendí, que la fe es un requisito previo absoluto para llegar a ser libres. A la gente le resulta demasiado difícil creer y aceptar en realidad cuánto Dios nos ama, ¡pero creer esto es darle una bofetada a Dios! Porque Dios nos dice que nos ama, su Palabra está repleta de esa verdad, demuestra su amor por nosotros, piensa en nosotros constantemente. AMADO CREER NO ES SENTIR, CREER ES ELEGIR, ELIJA TOMARLE LA PALABRA A DIOS. Quizá me diga: “Pero usted no sabe lo que yo he tenido que pasar!” Por favor, escúcheme, haga una lista de cosas de lo que Dios ha hecho por usted, vea su fidelidad, nadie podrá igualar esa lista. Hermano, pongámonos en camino para tener vidas de fe. Iglesia, levántate de tu cama de enfermedad de incredulidad. ¿Cómo comenzar? Comencemos arrepintiéndonos de no creer y después clamemos, como el hombre de Marcos 9:24: ”Creo; ayuda mi incredulidad”