En uno de sus discursos sobre los requisitos para el éxito militar, el General Douglas MacArthur puso más énfasis en el conocimiento del enemigo que en ninguna otra cosa. “Cuanto mayor sea nuestro conocimiento del enemigo, mayor es la posibilidad de victoria”, afirmaba. Entonces, empezando con Josué y terminando con la derrota del Mariscal Rommel en el Norte de África durante la Segunda Guerra Mundial, debido al buen trabajo del servicio de contraespionaje, MacArthur mostró este principio operando a todo lo largo de la historia militar.
Este principio tiene su paralelo en la guerra espiritual. Cuanto más conocemos a nuestro enemigo, más posibilidades tenemos de victoria. El apóstol Pablo tenía esta verdad en su mente cuando urgía a los creyentes a perdonarse el uno al otro y reconciliarse entre sí “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre vosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Cor. 2:11). Tenemos, pues, que conocer los métodos y estrategias de Satanás si es que queremos ganar en la guerra espiritual.
Satanás puede atacarnos de muy distintas maneras. Puede hacerlo metiéndonos en componendas doctrinales; por medio del desánimo; de la impureza moral; llevándonos a concentrarnos en metas secundarias; mediante divisiones, etc. Se hace, pues, imperativo recordar constantemente el consejo de Cristo de “velad y orad”.
Oremos lo más temprano posible Abraham se levantó muy de mañana para estar delante de Jehová. (Génesis 19:27).
Moisés se levantó temprano para dar un mensaje a Faraón (Éxodo 8:20). Y volvió a hacerlo en otra ocasión para erigir un altar a Dios (Exd.24:4). Moisés fue muy temprano para encontrarse con Dios en el Sinaí (Ex. 34:4). Josué se levantó muy de mañana para dirigir a Israel en el cruce del Jordán (Jos.3:1) y lo mismo hizo para tomar Jericó (Jos. 6:12) y Haí (Jos. 8:10). Gedeón se levantó muy de mañana para examinar el vellón (Jue. 6:38). Elcana y Ana se levantaron de madrugada para adorar a Dios (1ª Sam. 1:19). Samuel se levantó temprano para encontrarse con Saúl (1ª Sam. 15:12). David se levantó pronto en la mañana para cumplir las órdenes de su Padre (1ªSam. 17:12) Israel se levantó pronto en la mañana para gozar de la victoria (2ª Reyes 19:35). Job se levantó de mañana para ofrecer sacrificios (Job 1:5) Jesús madrugó para orar en el monte (Mr.1:35) y se levantó temprano para ir al templo (Juan 8:2). La gente se levantó de mañana para ir a buscar a Jesús y escucharle (Luc.21:38). Las mujeres fueron de madrugada al sepulcro. (Mr. 16:2) “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré ante ti y esperaré” (Sal.5:3). La mañana es la puerta del día y debería estar bien guardada con oración. La mañana es una puerta del hilo donde se van engarzando las acciones del día y debería ser bien atada con devociones a Dios. Si sentimos la grandeza y valor de la vida seremos más cuidadosos con sus mañanas. Aquel que se levanta tarde y corre a sus quehaceres, y no busca a Dios en oración para adorarle y oírle, es tan necio como el que sale a la calle sin sus ropas y sin lavarse, o tan imprudente como el que va a la batalla sin armamento. La experiencia nos demuestra que es mucho mejor empezar el día en comunión con Dios.
Pbro. Rodolfo Torres Pérez