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¿CÓMO TE VA DE LLUVIA?


      Hace una semana llovió bastante fuerte, tanto que enfrente de mi casa un árbol grande cayó, levantando la banqueta y haciendo necesaria la intervención de una dependencia de gobierno que vino a cortarlo. Supe que en varios lados hubo apagones importantes que duraron varios días, mas las comunes inundaciones; personalmente acababa de llegar de predicar en el culto vespertino y llegué apenas a tiempo para no empaparme. Cuando ocurrió oímos los truenos como si estuvieran ocurriendo a metros de nosotros… ¡esa potente voz del Señor!…

Lo interesante de este asunto es que, lo que para algunos es una bendición, para otros representó todo lo contrario y esto me hizo reflexionar en cómo percibimos las cosas que Dios manda. Hay quienes vivieron inundaciones, pérdida de su suministro eléctrico, pérdidas materiales, miedo o hasta coraje; otros dieron gracias e interpretaron esto como una gran bendición de Dios… ¿Por qué vemos tan distinto las cosas? Tristemente la respuesta es madurez, es decir, conocimiento experimentado y largo acerca de Dios, quien se especializa en darnos todo lo que necesitamos, aun cuando eso no sea igual a lo que queremos; cuando esto ocurre nos damos cuenta que las cosas no giran en torno a nosotros. Otra manera de explicarlo es haciendo referencia a los bebés y los niños, los cuales piden y piden dulces, juguetes y cosas que se desgastan o se olvidan fácilmente; un padre sensato no dará a sus hijos todo lo que le pidan pero sí les dará todo lo que necesiten, aunque esto implique enojo por parte de sus pequeños (papá, no me quiero comer las verduras!). De esta misma manera se enfrentan cosas como la muerte de un ser querido, la pérdida de un trabajo, y en general, toda pérdida o quebranto; y es que todo aquello a lo que el mundo llama tragedia, en los hijos de Dios se llama distinto (y he visto varios de esos en este mes). Los hijos de Dios que maduran comprenden que todas las cosas les ayudan a bien porque lo aman, Él los ama y tiene en todas las cosas un propósito; los hijos de Dios que no maduran y los que no son hijos de Dios siempre dirán cosas como: “¿por que a mi?”, “esto no es justo”, “no me merezco esto”, o dirán que Dios es injusto, que no existe o que ya se olvido de nosotros. Cuando pienses en una lluvia o en algo que te parezca malo, recuerda que tú eres sólo una pequeña parte del cuadro y no todo gira en torno a ti, tus necesidades y tus deseos, hay un gran número de personas y circunstancias alrededor de ti… Madura en Dios… Ya es tiempo.

Pbro. Efraín Reyes Bonilla.