El tiempo que para nosotros es la Semana Santa, Jesús lo vivió en Jerusalén, pero como era usual, la ciudad estaba llena por tratarse del tiempo de las fiestas judías (era usual que los peregrinos durmieran en Betania en la Pascua), razón por la cual algunos expertos opinan que Jesús prefería pasar las noches ahí y muy probablemente en el hogar de sus amigos Marta, María y Lázaro. La ciudad estaba ubicada a sólo 3.2 kilómetros de Jerusalén, en la pendiente oriental del Monte de los Olivos (Jn 11:1-18); entendamos un poco la geografía: Al este del monte de los Olivos está el Mar Muerto; al oeste está el Mar Mediterráneo. Si alguien mira hacia el oeste desde el Monte de los Olivos ve la ciudad de Jerusalén, y ve también el templo sobre el monte Moriah, porque el monte de los Olivos es más alto que el monte Moriah. Entre estos dos montes hay un valle muy profundo, el valle de Cedrón. Ahora, durante el día nuestro Señor estaba en el monte del templo; al atardecer bajaba por el valle de Cedrón y subía el Monte de los Olivos (donde estaba el huerto del Getsemaní); luego, al bajar desde la cumbre del Monte hacia el lado oriental estaba esta pequeña aldea, Betania. Su nombre puede significar Casa de los Dátiles o Casa de la Aflicción; en este lugar el Señor resucitó a Lázaro (de hecho el lugar se llama ahora al-Azarîyeh en honor a Lázaro y allí se señala tradicionalmente su tumba). En este lugar la mujer ungió a Jesús mientras Él estaba sentado a la mesa en casa de Simón el leproso.
Hay un fuerte contraste entre Jerusalén, una ciudad conglomerada que se encontraba muy corrompida por el abuso espiritual, la mezcla con el mundo, la comercialización del sistema sacrificial y donde Jesús debía cuidarse y enseñar con firmeza, y por el otro lado Betania, una aldea sencilla donde Jesús podía reposar, fue reconocido, adorado con mantos y palmas y su enseñanza allí trajo paz; en Jerusalén Jesús fue insultado, menospreciado y maltratado, en Betania fue ungido y las personas estaban “a sus pies”. Fueron seguramente estas diferencias en el corazón de las personas las que hicieron llorar al Señor cuando se encontraba al pie de Jerusalén (Lc 19) y por eso dijo: «¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos. No pasará mucho tiempo antes de que tus enemigos construyan murallas que te rodeen y te encierren por todos lados. Te aplastarán contra el suelo, y a tus hijos contigo. Tus enemigos no dejarán una sola piedra en su lugar, porque no reconociste cuando Dios te visitó». (vv.42-44 NTV).
¿Cuál ciudad eres tú para el Señor? ¿Eres de verdad quien le adora, le reconoce, le atiende y se postra a sus pies para darle una ofrenda que cuesta mucho? ¿O eres quien le da problemas, quien eres religiosa pero su corazón se ha enfriado, quien ha permitido que el mundo la penetre y por quien el Señor llora? Y este tiempo de Semana Santa ¿serás como Betania quien atendió al Maestro y le honró o como Jerusalén que necesitará ser purificada después de sus pecados?
Pbro. Efraín Reyes Bonilla