Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás.. 1 S. 12:13.
Al parecer, la decadencia de gran rey David comienza cuando este ha dominado a toda la región del oriente medio, a esos países fieros y enemigos de Israel, tanto externos como internos; nos referimos a filistea, Edom, Siria, etc como externos; y a los jebuseos como internos, remanentes del antiguo Canaán.
Efectivamente, ningún guerrero, juez, profeta ni rey, de Israel, había logrado lo que este humilde pastorcillo de Belén obtuvo con la unción del Espíritu de Jehová sobre él, desde poco antes de derrotar al temible GOLIAT, con solo un morral con cinco piedras y una rudimentaria honda pastoril.
David llegó a ser el amado de Dios, amado, admirado y respetado por su pueblo, la esperanza de los pobres, endeudados, amargados y fracasados, y el más temidos de todos los reinos y ejércitos, hasta donde llegaba su fama; convirtiéndose así, en el gran rey de Israel e ícono de esperanza, salvación y paz y justicia perdurables.
Pero como los dichos dicen:” La curiosidad mata al gato y la confianza al hombre”; Acaso los últimos enemigos a vencer, no estaban allende las fronteras de Israel, ni en los cercos de los vestigios cananeos, sino en las erguidas montañas de prosperidad y triunfos del interior del REY DAVID, que le halagan al grado de ufanarlo y vulnerándolo ante las cosas hermosas prohibidas muy cerca de su casa-PALACIO. Así, el GRAN REY de Israel, el amado y conquistador, el invencible de todo el medio oriente, sucumbe ante la belleza de una mujer desnuda, ajena.
El mensaje de Dios contra tales pecadores es claro, debe aplicarse la Ley, David, como representante de esta, lo sabe y ha de prepararse a enfrentarla. Pero si en el interior del rey había debilidad ante las tentaciones, también existía un respeto profundo y real, una reverencia única al Dios único y verdadero, al Padre de misericordia y bondad; lo que salvó de la muerte, no al GRAN REY, sino al humilde pastor de Belén; pero como en ese cuerpo vivían ambos personajes, el GRAN REY, había de sufrir las terribles consecuencias de ceder a la lujuria, la mentira, el soborno y el homicidio. Así, el rey David, vivió en su propia familia, la violación e incesto, la conspiración, traición y asesinato… la humillación, la afrenta y el dolor por si mismo, su familia y muchos inocentes por su causa, por su culpa. David se miró y se sintió acabado, muerto y desacreditado, aborrecido por los suyos y por el mundo… solo le quedaba una esperanza: El Dios misericordioso, en cuyas alas corrió a refugiarse, confiando que ÉL, no le despreciaría.
Tu y yo cual rey David, somos amados de Dios; pero en nuestro interior existen debilidades que nos han llevado y nos pueden llevar a la derrota, a la humillación, al dolor y al desprecio de los que nos aman; pero también vive en nuestro interior el amor, temor, reverencia y esperanza al único Dios vivo y verdadero que es Padre de misericordia y bondad; piensa en Él cuando veas y te sientas que no hay solución, refúgiate en Él cuando estés derrotado, quebrado. Recuerda siempre que en Jesucristo siempre: HAY ESPERANZA.
Pastor: Lorenzo Reséndiz Arvizu