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¿Amas a Dios?


¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”. Lucas 6:46.

Resultado de imagen para personas adorando a diosLlamar a Jesús: “Señor, Señor” y no obedecerle es lo mismo que hicieron los judíos en la entrada triunfal Mateo 21:9, cuando decían: “! Hosanna al Hijo de David! !Bendito el que viene en el nombre del Señor! !Hosanna en las alturas!”

También equivale a engañarnos a nosotros mismos el pensar que oír la Palabra de Dios y no ponerla por obra, nos llevará al cielo. Santiago 1:22 dice: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.

Hoy en día vemos muchísimas personas que dicen amar a Dios. Pero el decir y el hacer son cosas diferentes. Cualquiera puede decir que ama a Dios pero, sus hechos pueden ser totalmente contrarios al amor que dicen tener. Entonces ¿Cómo podemos saber si nosotros mismos amamos a Dios?

Primero que nada, tenemos que recordar algo que el apóstol Juan escribió en 1 Juan 4:7-21, específicamente en los versículos 7 y 8: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.

Si decimos que amamos a Dios y no amamos a nuestro prójimo, estamos siendo incoherentes. Podemos brincar, llorar, reír, tener sueños, visiones, palabra profética, oír voces etc., pero si no somos capaces de amar, somos mentirosos. Cuando solo pensamos en nuestra familia, cuando todo gira alrededor de lo que queremos y anhelamos, y hacemos a un lado al resto de las personas, juzgando su fe, su vida familiar, haciendo a un lado aun a niños víctimas de las malas decisiones de sus padres, no estamos amando, entonces no podemos jactarnos de decir que amamos a Dios.

Cuando en nuestro afán de “predicar” el evangelio, ofendemos a las personas viendo su paja sin ver nuestra viga, no estamos mostrando el amor del Padre, que no quiere que ninguno se pierda. El Gran Mandamiento dice: Mateo 22:37-40: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.

Además de tener el amor, también este amor se debe reflejar en un vida llena de santidad. Hebreos 12:14 dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. No es muy difícil de comprender, sin santidad, nadie vera al Señor. 1 Pedro 1:16 dice: “Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. El ser santo es ser “apartado” para el Señor, guardarnos de todas las inmundicias y contaminaciones de este mundo como el materialismo, fornicación, alcohol, etc. Santiago 4:4 dice: “! Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”.

Si amamos a Dios, debemos además alejarnos de todas aquellas cosas que destruyen y dividen a la iglesia del Señor como dice Gálatas 5:19-21. ¿Qué tenemos que hacer además para demostrar que somos real y totalmente amantes del Señor y que le obedecemos?

Participar en todas las cosas que se traten del Señor, el discípulo no llena de oír y hablar de su Señor, así sean dos horas, ahí queremos estar, no queremos perdernos de nada; tal como los novios.

Permanecer  en oración y lectura de la Biblia siempre, porque cuando amamos a Dios, queremos conocer de Él, y solamente la Biblia es la fuente de información.

Comprometernos en la congregación, porque el Señor mandó el no dejar de congregarnos, alabar en congregación y aprender en el templo. Hebreos 10:25 y Salmo 133.

Pablo dijo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,  porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

 

Pbro. David Eduardo Almanza Villalobos