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Aguas que sanan Juan 5:1-14


Dios todavía obra milagros, milagros de deudas pagadas, de protección en accidentes, nos libra de asalto y por supuesto obra milagros de sanidad en personas aun desahuciadas; pero el mayor milagro es la transformación del corazón.  Esta curación milagrosa no es referida por ningún otro evangelista, pues los sinópticos se limitan casi por completo a informarnos de los milagros que Jesús llevó a cabo en Galilea, mientras que Juan refiere éstos que fueron realizados en Judea.  Jesús se dirigía a Jerusalén a una fiesta de los judíos, Jerusalén tiene puertas para que entren las personas normales, para personas adineradas y también para animales, por donde entran las ovejas y los pastores de ellas.

1.- El sabía que iba a obrar un milagro, por eso entro por esa puerta.

2.- En ese lugar, había un estanque llamado Betesda, que traducido es: “casa de misericordia”.

3.- Dice la Biblia que un ángel del cielo descendía de cuando en cuando y movía las aguas del estanque, al mover las aguas, la primera persona que entraba al agua, era la que recibía sanidad.

4.- Había un hombre que tenía 38 años esperando ser sanado, pero cada que descendía el ángel y movía las aguas otra persona le ganaba, por que el estaba solo y no había quien le ayudará.

5.- Cuando Jesús lo ve le pregunta “¿quieres ser sano?”. Si Jesús sabía que tenía 38 años enfermo, ¿por qué le pregunta que si quería ser sanado? Yo veo al menos tres motivos:

a) Para fijar toda la atención del enfermo hacia Él. b) Para hacer que el hombre narrara su caso para ahondar más en su pena.  c) Para despertar en su vida desesperada, la esperanza.

Esta historia aunque parece de ciencia ficción es totalmente real. Los judíos y las personas que se congregaban ahí para recibir sanidad, no veían el ángel pero si sabían que había poder en el agua.

¿Cuánto tiempo llevas padeciendo? ¿Hace cuánto estás orando para que Dios responda a esa petición? No tienes por qué mirar a otro lado, porque en nadie más vas a encontrar ayuda. Solo en Cristo. Dios sabe de qué tienes necesidad pero, Él quiere que le narres tu caso. El ángel descendía para agitar el agua. Pero sólo «el que primero entraba en el estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese». Así, el poder del milagro triunfa donde el poder de la naturaleza sucumbe. Sólo el primero que descendía al estanque obtenía la curación. Esto nos enseña a ser diligentes en observar y aprovechar las oportunidades, para no perder una ocasión que quizá no vuelva a presentarse.

El pobre hombre aprovechó la ocasión para exponer a Jesús lo miserable de su caso: «Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua» (v. 7a). Este versículo nos pone ante los ojos el egoísmo connatural al hombre. Cualquiera pensaría que, al menos, alguno de los que habían sido sanados vendría a echarle una mano a este hombre. Pero «todos buscan lo suyo» (Fil. 2:21).

En este mundo aun existen aguas que dan salud. Juan 4:10-13: Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed.

Pbro. David Eduardo Almanza Villalobos.