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ADVIENTO 1 Corintios 16: 22 “El Señor viene”


La palabra viene del  latín ad- venio, adventus, llegada o llegar. Para el cristianismo, las cuatro semanas anteriores a la Navidad, es una etapa de preparación antes de celebrar el nacimiento de Cristo. El calendario cristiano no comienza, como el año civil, en enero, sino con el primer domingo de Adviento, y esto desde hace muchos siglos.

Dicha estación es observada por la iglesia cristiana desde el siglo VI. La Cuaresma -nosotros le llamamos Semana Santa- prepara las mentes y corazones para celebrar la Resurrección, el Adviento (advenimiento o llegada de Cristo) prepara a la iglesia para celebrar el nacimiento del Señor.

Una hermosa tradición antigua para simbolizar esta época es la Corona de Adviento. ¿Qué simboliza? Es redonda, recordándonos el eterno amor de Dios. Es verde representando la vida y la esperanza en Cristo. La vela central representa a Jesús, y por eso es blanca. Las otras velas, son tres moradas que simbolizan nuestra entrega a él, y una de color rosa que significa la alegría en él. Algunas iglesias o familias preservan esta tradición y se puede realizar de la siguiente forma: Al encender la primera, recordamos la expectación del Mesías que guardaba Israel antes de su venida, y que guardamos los cristianos antes de su segunda venida. Al encender la segunda, recordamos la proclamación que hacían los profetas sobre la primera venida del Salvador, y que hoy hacen sus ministros sobre su segunda venida. Encender la tercera significa la santidad que produce en nosotros la venida de Cristo. La cuarta vela nos recordará que la llegada del Señor al mundo significó la alegría de la humanidad. La vela central se encenderá durante el Culto de Navidad porque Jesucristo es luz para el mundo en todos los tiempos. Como nota este domingo correspondería al tercer domingo de adviento.

Finalmente, Que en este mes de Diciembre realmente Dios nos prepare para tener un encuentro personal con Jesucristo, anhelemos su pronta venida a nuestros corazones, a nuestras vidas y  hogares; y que sea el regalo más grande, maravilloso, único que dure por siempre y nos lleve a la vida eterna.

Pbro. Rodolfo Torres Pérez