No he podido dejar de pensar en el pasaje de los evangelios donde se describe al Señor caminando sobre las aguas. En especial cuando vivo momentos de dificultad. En el evangelio de Marcos 6:48, después de que Jesús observó que los discípulos se encontraban en dificultades, se acercó caminando sobre las aguas, no tan lejos como para que ellos lo notaran y él quería «adelantárseles» Una versión contemporánea dice «pasarlos de largo». Esto me hace reflexionar. Es decir, ¿La primera intención de Jesús no era subirse a la barca, sino pasarlos de largo? El resto del pasaje ya lo conocemos. La reacción de los discípulos es pintoresca. Pensaron que era un fantasma y gritaron. Jesús enseguida les dirigió unas palabras para tranquilizarlos y, en el evangelio según Mateo dice que, Pedro le pidió al Señor, que si era él, mandara que fuese sobre las aguas. Y así fue. Pero distrayendo la atención del maestro vio el fuerte viento y comenzó a hundirse, y gritando hizo una de las oraciones más sinceras: ¡Señor sálvame! Y el Señor así lo hizo.
En muchas ocasiones me he encontrado sobre dificultades que me motivan a hacer una oración como la de Pedro: -Señor si no intervienes en este asunto se acaba todo-. Pero no siempre es la oración que Jesús quiere escuchar de mi parte. Como los discípulos en la barca, hay dos formas de hacer las cosas: Con Jesús o sin él. Y el hecho de tan solo pensar que Dios no se interesa por nuestros asuntos es tan ilógico como afirmar que hay lluvia sin nubes. Una realidad es que Dios se interesa por lo que nos sucede y de hecho quiere involucrarse. Igual que cuando los discípulos remaban fatigados con los vientos contrarios nos hace una invitación a dejar nuestra débil barca llamada “seguridad” y comenzar a caminar sobre las aguas siguiéndole en la aventura de la Fe.
Ciertamente todas las cosas que nos suceden nos ayudan a bien (Ro 8:28), y estas leves aflicciones que vivimos nos añaden un mayor peso de gloria (2 Co 4:17), las pruebas nos fortalecen haciendo crecer nuestro carácter, nos llevan madurez (San 1:2) y califican la calidad de nuestra fe (1 Pe 1:7). Sabiendo todo esto ¿cuál es la actitud que debemos presentar ante las distintas circunstancias que vivimos? Una positiva como la de los 2 espías que querían conquistar la tierra prometida «Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos». O una negativa como la del resto «No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros». (Núm. 13:30-31). Dios tomó muy en serio las palabras de ambos. Aquellos que tuvieron una actitud positiva ante las circunstancias, disfrutaron de entrar a la tierra prometida y aquellos que se desanimaron y negaban a creer las promesas de Dios no entraron. Tener la perspectiva correcta es imprescindible para aquellos que seguimos al Señor, pues esta nos ayudará a apropiarnos de las bendiciones que Cristo nos ofrece.
Jorge Leal Cagnant