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El antídoto


“Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia…de manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:8, 17).

 Definir el pecado como “hacer lo malo” incurre a conceptualizar subjetivamente dado que cada persona tiene su propia percepción de lo malo. La relatividad en la sociedad posmoderna confunde e influencia para hacer del pecado un concepto a definir por cada individuo, por ello, el pecado ha de ser definido como: No obedecer a la Palabra de Dios.

El pecado es un veneno que poco a poco deshace el espíritu del hombre llevándolo a un círculo vicioso del que difícilmente sale. El apóstol Pablo vivió esta situación de agonía y relata una lucha entre hacer lo correcto o satisfacer la codicia, el deseo de infringir un mandamiento de la Palabra de DIOS. Lucha interna expresada en la disyuntiva entre obedecer o satisfacer el deseo de la carne que siempre termina cediendo ante los impulsos pecaminosos, concluyendo que quien determina sus actos incorrectos es el veneno del pecado que mora en él. No es un argumento en justificación, es el planteamiento del problema del pecado en una persona que no tiene a Cristo, por lo que,  relata el antídoto en el capítulo 8 de Romanos: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” ¿Cuál condenación? La del veneno del pecado, sus consecuencias de muerte eterna, y de la lucha de no poder vencerlo y abandonarlo. ¿Puede abandonarse? ¿Es posible renunciar a él? ¡Por supuesto! Estando en Cristo bajo la ley del Espíritu el pecado es vencido. Ninguna persona que está en Cristo está bajo esa condena (1ª Juan 3:9).

No hay duda que el pecado es un veneno que aletarga al hombre para subordinar su voluntad. Se presenta como una oportunidad de triunfo que traerá un “bien” (como en el caso de Adán y Eva), pero esto está muy lejos de ser así al ser nocivo para el hombre al esclavizarlo en un vicio. El que practica el pecado es esclavo de él (Juan 8:34) existiendo una lucha interna que siempre termina por fracasar y no poder abandonarse.  La solución a este veneno no es en el esfuerzo del hombre por salir de él, es el antídoto provisto por DIOS: la victoria del Señor Jesucristo en su encarnación (romanos 8:3 – 4). Este antídoto es suministrado al hombre mediante el Espíritu Santo de DIOS de modo que cualquier persona que lo posea vence el pecado, y su voluntad es determinada por los pensamientos del Espíritu y no la carne. (Romanos 8: 5, 9 y 26). El Espíritu Santo daría testimonio al espíritu del creyente que es un hijo de DIOS (Ro. 8: 16). Viviendo por el Espíritu y para Él es que se recibe el antídoto que libera al hombre de los terribles efectos del veneno del pecado. Buscando a DIOS, y decidiendo en fe vivir en Cristo por la ley del Espíritu, es que el pecado es vencido.

Romanos 7:7 – 25 es el relato de una persona que posee el veneno del pecado y sus fracasos al intentar vencerlo y no poder. Romanos 8 es el relato de la libertad de esa condena mediante la vida en Cristo a través de su Santo Espíritu… ¿Cuál es tu relato? Recibe el antídoto del Espíritu y vence al pecado.

Pbro. Sergio Jonathan Lozano Luna