Ya es una realidad el comunicarnos a cualquier parte del mundo en segundos (aun en forma visual); un envío que tardaba semanas en llegar ahora puede llegar en pocos días. Todo se ha vuelto aún rápido que antes… excepto el Señor… y no es que Él no pudiera acelerar sus procesos sino que Él no cambia, aún cuando nosotros como humanidad lo hagamos. Para el Señor las cosas siguen tomando el tiempo necesario y aunque los humanos hemos aprendido a acelerarlas, el resultado no es el mismo que si esperáramos al tiempo correcto. En este sentido hay procesos como la gestación de un bebé en el vientre, el crecimiento de una planta, la maduración de un adolescente, o el fin de una carrera universitaria, que nos gustaría que fueran más rápidos. Esto también se puede referir a situaciones de desesperación como una enfermedad donde esperamos una sanidad que tarda, una intervención quirúrgica de varias horas, un secuestro, un hijo que no ha llegado a casa y no se reporta, etc.
La verdad es que esperar, en general, no nos gusta; no nos gusta esperar porque preferimos actuar, porque pueden venir pensamientos contrarios en el inter, porque es difícil pensar en otra cosa mientras la respuesta llega, y en general, porque somos desesperados (conforme avanzan las edades parece que lo somos más cada vez).
Esto aún puede agravarse cuando aparecen personas, tanto bien intencionadas, como otras que hablan sin conocimiento o con orgullo, y nos hablan como los “amigos de Job” le hablaron a él, supuestamente para consolarle… Dios reprendió a estas personas y podría reprenderte a ti si eres insensible al padecimiento de otros o si los juzgas como si hubieran hecho algo malo y se merecieran pasar por lo que están pasando.
No pretendo comprenderte si estas atravesando un periodo de espera y mucho menos decirte que te entiendo; sin embargo podemos tomarnos de las promesas de un Dios que es infalible, cuyos tiempos y promesas se cumplen, que no se ha olvidado de nosotros que somos sus hijos y que sabe de espera, maduración y paciencia. Ahí van algunas de sus promesas:
Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. (Hab 2:3)
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros… (2 Pedro 3:9a)
Quédate quieto en la presencia del Señor, y espera con paciencia a que él actúe. (Sal. 37.7ª NTV)
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (Juan 7:37-38). A veces Jesús espera ¡hasta el último día de la fiesta!
Pbro.Efraín A.Reyes Bonilla
Pastor de Jóvenes