1ª Samuel 25:28 »Y yo te ruego que perdones a tu sierva esta ofensa» 1ª. De Samuel 25 relata la historia de Nabal, Abigail y David, una parte de ella tiene que ver con la intercesión oportuna de una mujer, que conocía el valor de su gente y que no iba a perder su casa de forma violenta. Nabal su esposo era rico y perverso, Abigail era hermosa y de buen entendimiento, pero su cualidad más acertada fue su corazón de intercesora, pues supo intervenir en medio de una amenaza de muerte y tomar acción para aplacar la ira de David, ella nos enseña varios puntos para presentarnos delante de Dios en oración por otros. Esta vez la amenaza no venía de un ejército enemigo, si no de un hombre respetado y admirado por sus batallas ganadas y precisamente, porque David había sido un muro de día y de noche, en defensa de los siervos de Nabal, es que David esperaba que ése hombre rico le compartiera provisiones, pero Nabal era tacaño y trató con desdén a los siervos de David. En respuesta el dijo a sus hombres: «Cíñase cada uno su espada», realmente estaba molesto, 400 hombres le siguieron para ir a matar a Nabal y todo lo que tenía iba a ser destruido. Hasta aquí, parece una película de cuatreros con pistolas y caballos esperando ver al malo caer muerto y todos felices y contentos. Pero no fue así, aparece en escena la intervención de Abigail que al ser avisada por un mensajero, se dio prisa para detener la mano de David. Ella sabía que era necesario obtener su gracia y su favor. No su espada y su enojo. Lo primero que hizo fue, preparar una ofrenda abundante, que contenía lo necesario para alimentar al ejército, Abigail no escatimó en variedad ni en cantidades (Vers. 18). Se presentó con lo que David había pedido, provisiones generosas. Lo segundo es que ella se humilló (vers. 24), se postró pidiendo ser escuchada y expuso así su sentir sobre el asunto. Tercero, Abigail pidió perdón como si la falta la hubiera cometido ella (vers. 28-29). Lo que movió el corazón de Abigail fue la alerta de un juicio, a diario escuchamos noticias sobre un futuro incierto, ante esto, orar no es una opción, interceder por otros siempre nos dará un beneficio personal. La intercesión es el medio por el cual hacemos que Santiago 2:13 se vuelva una realidad »Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio». Presentemos un corazón obediente como la ofrenda más especial que podamos dar a Dios, humillarnos y pedir perdón hará que el favor del cielo se derrame sobre nuestras vidas. Una intercesión oportuna siempre hará la diferencia entre recibir bendición o maldición.
¡Oremos hoy, clamemos hoy!
Magda Saldaña de Lozano