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CUIDADO CON NUESTRAS EXAGERACIONES


En el tiempo de Jesús existían varios grupos: Esenios, zelotes, fariseos y saduceos (entre otros); quiero hablarle de los últimos dos. Originalmente eran uno sólo y eran descendientes de los llamados “macabeos”; conforme el tiempo pasó se dividieron por su forma de ver el mundo, lo profano y las costumbres de los pueblos invasores. Los saduceos creían que no se resucitaba y por lo tanto eran libertinos y permisivos, se relacionaban muy bien con los romanos y participaban de sus fiestas y sus perversiones y por ello se ganaban su favor y obtenían puestos de privilegio y de gobierno (Herodes el grande es un ejemplo). El otro lado de la moneda eran los esenios quienes pensaban que todo era contaminante y por eso decidieron salir de las ciudades y vivir en aislamiento, creando comunidades en el desierto viviendo una vida monástica. Un poco en medio de estas dos formas de pensar (aunque más pegados a los esenios) se encontraban los fariseos quienes, aunque vivían entre los romanos, observaban todas las normas de la Ley y eran muy rigurosos en su cumplimiento, por eso eran los maestros y los escribas de su tiempo; su rigurosidad les llevó a querer interpretar la Ley y crearon una especie de segunda Biblia llamada la Mishná o interpretación de los rabinos en la cual se establecían cosas exageradas como el número máximo de pasos que una persona podía dar el día de reposo.

En este tiempo llegó Jesús quien fue bautizado por un esenio, tuvo un discipulo zelote, discutió desde pequeño con los fariseos y fue condenado por un sumo sacerdote saduceo. Pero ¿cuál fue su relación con estos grupos y su reacción ante su forma de pensar? Jesús “rompió” muchos principios, no de la Ley, pero si de la Mishná y vino a mostrar el verdadero espíritu de la Ley, mostrándonos que ésta fue hecha para bendecir al hombre y no para encerrarlo en una burbuja esclavizante y religiosa. El apóstol Pablo también criticó los mandamientos de hombres (Col 2) y nos enseñó a tener libertad en lo que consumimos y celebramos mientras vivamos conforme al Espíritu y no conforme a la carne (Ro 8). Para los creyentes de su tiempo Jesús fue un mundano que vivía contaminándose a través de su consumo, sus costumbres y sus relaciones, ellos tacharon la libertad que el Señor quería enseñarles, como libertinaje, por lo cual Jesús intentó mostrarles muchas veces su religiosidad y la dureza de su corazón. El día de hoy sigue existiendo un buen número de personas que han creado nuevos mandamientos de hombres y llaman pecado a lo que Dios no, que exageran en su forma de filtrar todo, que ven demonios donde quiera y para los cuales tocar ciertas cosas, ver y oír ciertas otras, o meterse a ciertos lugares implica gran contaminación; se trata de verdaderos creyentes que, buscando agradar al Señor han caído en el error fariseo y esenio de exagerar y menospreciar a quienes practican una forma de vivir más libre (cuidado con el libertinaje amados). Ahí van algunos síntomas que te ayudarán a saber si estás cayendo en esta trampa: todo lo quieres filtrar (y normalmente es más por tu criterio que por una alarma recibida del ES); eres un alto crítico de los demás, (no importa si son gobernantes, pastores o tus propios familiares) y te gusta expresarlo; vives bajo normas rigurosas y tienes definidas estructuras diarias de agenda y de consumo que muy difícilmente deben romperse; prefieres pasar más tiempo en casa porque piensas que afuera hay mucha contaminación; piensas que el grupo Pesado es contaminante pero Mozart no; das gracias a Dios por no ser como todos los demás… Cuidado hermanos, si Cristo viniera otra vez, ¿en qué grupo estarías verdaderamente?

Pbro. Efraín Reyes Bonilla