No quiso más consuelo, abrazó su dolor, como, “eso”, “su dolor”, y de nadie más, y que nadie se lo quite; muerto su hijo predilecto, su vida ya no vale, ni nada vale para él ya, solo hay que seguir, porque, el Dios de sus antepasados también se le ha revelado, y este es más importante que todo, incluso que él mismo, o su difunto hijo… pero esos asuntos, él los trata de forma personal con Él. Ahora está encerrado en su fría cabaña. Y así en su perpetuo luto, pasan los años, observa el cielo, discute con Él, llora y vuelve a llorar, los validos de las ovejas, el bramido de las vacas en celo, o los niños llorando, de vez en cuando interrumpen sus meditaciones de amargura mezclada con la rara fe que ni el mismo entiende. Más de quince años y seguía girando en sus mismas tristezas, preguntas, amarguras y visiones futuras, casi, o fantasías: ¿“José revivido”?… No, él sabe que eso no es posible, así que, con su mirada en las estrellas que sus antepasados le enseñaron a observar, perpetua su aflicción luctuosa; sus familiares cercanos vuelven a oír sus gemidos de acibarado llanto, apenas entendible el nombre de, JOSÉ, JOSÉ, se tira en el suelo, sus lágrimas convierten en lodo la tierra seca y sedienta del sequedal prolongado en el país. Así permanece cuando los gallos comienzan a anunciar que se aproxima el amanecer, una noche más, su cama ha quedado vacía, acaso un par de horas ha dormido fuera de su tienda, donde le sorprende la aurora y hasta los primeros rayos del sol, que lo despiertan como si fuera un borracho que se perdió durante la noche en su embriaguez, con su cara empolvada y más demacrada, entra a su habitación, en la que duerme otro par de horas sin haber probado alimento, ni la tarde anterior ni la mañana de ese día; luego percibe un gran alboroto en la aldea, los perros ladran como nunca, los caballos relinchan, se oye griterío de niños y muchachos, y los murmullos de la gente mayor llega hasta su lóbrega habitación, ¿Qué será?, dice para sí, ¿Acaso nubes en esta eterna seca nos anuncian por fin la anhelada lluvia? o, ¿Alguien ha traído comida de lejanas tierras? Sus cuestiones son bruscamente cortadas cuando entran algunos de sus hijos, como siempre, mal educados, sin avisar ni anunciar su entrada a su cámara, los mismos que, parece, solo le traen malas nuevas, si, los mismos que hace como años le trajeron el vestido de su querido José empapado de sangre, y luego le han hablado de un hombre áspero en Egipto que les ha retenido a su hijo Simeón y obligado a llevarle a su hijo pequeño Benjamín, ahora, que más mala noticia le traerán? “Y le dieron las nuevas, diciendo; ¡José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto! Y el corazón de Jacob se afligió porque no los creía. Y ellos le contaron todas las palabras de José, que les había hablado; y viendo Jacob los carros que José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió. Entonces dijo Israel: Basta; mi hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera”. Génesis 45:26-28. Así, el desconsolado y amargado patriarca Israel, vive ahora más de lo soñado y fantaseado, goza el placer de volver a ver, abrazar, besar y oír a su hijo amado José, teniendo el MÁXIMO GOZO DE SU VIDA, porque su hijo muerto, ha revivido, y con su resurrección, Israel también ha resucitado, y sus otro hijos, y toda su familia muerta o a punto de perecer, han vuelto a vivir. También Cristo, el hijo amado de Dios, un día fue aborrecido por predicar la verdad, fue vendido, humillado, despojado de su ropa, torturado y finalmente muerto ensangrentado en la cruz, pero CRISTO, al igual que José, REVIVIÓ, RESUCITÓ, y con él nos revivió, y sigue reviviendo en nosotros todo lo muerto, dándonos después de los peores pesares y ajenjos, el MÁXIMO GOZO, al perdonar nuestros pecados, llenarnos de amor y de su Espíritu Santo. Así que, no desmayemos, pese a los dolores o aflicciones y pruebas que nos vengan, sigamos como Jacob, con esa fe rara, que solo Dios nos da, y ahora con mejores promesas y revelaciones, iniciando con JESUCRISTO, que vino personalmente a salvarnos.
Lorenzo Reséndiz Arvizu