Uno de los problemas de la generación en la que yo crecí era pensar que el templo es un lugar sagrado donde habita la presencia de Dios; como muchos yo lo creí y crecí pensando que no debía entrar al lugar sin no estaba vestido de cierta forma o lo hacía con cierto respeto especial. Esto es no solamente antibíblico ya que la Biblia es expresamente clara en decir que Él no habita en templos hechos por manos humanas (Hch 7:48-50 y 17:24), sino que además alejó durante varios años a las personas que no tenían un estilo conservador de acercarse al Señor, convirtiéndose en un argumento que estorbó a la fe. Es cierto que somos privilegiados al tener un lugar tan bello donde reunirnos y es una señal de educación el mantenerlo limpio (por ejemplo sin introducir alimentos) y tratando de vestir lo mejor que tenemos (pero no como requisito sino como ofrenda personal y sin demandarlo de otros que no lo hacen del mismo modo); pero lo que requiere respeto es la presencia del Señor, ¡no el lugar!… Tú y yo somos el templo… Este modo de pensar es más bien una herencia de la iglesia romana en la cual el lugar es “muy” respetado y hay áreas a las que una persona “normal” no puede siquiera entrar. Sin embargo Jesús usó precisamente uno de los días de Semana Santa para purificar el templo, es decir, para quitar de en medio a los vendedores abusivos que se habían instalado en el patio de los gentiles, de modo que estos ya no tenían un lugar donde adorar… cuidado, Dios sigue quitando de en medio a aquellos que estorban a la adoración de su pueblo o que estorban a los que quieren acercarse a Él…
Un error también de esta época es pensar que si nos abstenemos de ciertos alimentos estamos adorándolo correctamente o cumpliendo con alguna clase de deber divino. Esto es especialmente una burla ante Dios cuando me abstengo de alimentos pero no dejo de pecar peleando, fornicando, robando, maldiciendo, embriagándome y haciendo cosas similares que están claramente expresadas en el Nuevo Testamento como cosas que debemos dejar si estamos caminando con el Señor. Ya no son necesarios los sacrificios porque muchos de ellos demeritan la obra sacrificial del Señor y nos hacen pensar que el favor del cielo depende de nuestras acciones, de modo que, si vas a abstenerte de algo en esta temporada (y si puedes de aquí en adelante) que sea de pecar.
Otra herencia equivocada es tener o adorar a una figura de Jesús muriendo cuando uno de los más grandes elementos de nuestra celebración es que somos la única fe en el mundo que tiene ¡un Dios resucitado! Es decir, ninguna otra fe tiene como figura divina a alguien que estuvo en la tierra, que haya muerto y que después haya resucitado dejando pruebas y testigos de eso… Y es que EL VIVE y esta es nuestra esperanza, que está sentado a la diestra del Padre, que intercede aun por nosotros y que VOLVERÁ por nosotros para llevarnos a una nueva ciudad… EL VIVE IGLESIA… ¡EL VIVE!
Pbro. Efraín A.Reyes Bonilla
Pastor de Jóvenes