JEREMÍAS 33:3 “CLAMA A MI Y YO TE RESPONDERÉ Y TE ENSEÑARE COSAS GRANDES Y OCULTAS QUE TU NO CONOCES”
De acuerdo al diccionario, clamar, es “quejarse, implorando favor, socorro, tener necesidad de algo, es invocar, llamar, gritar. Implica humillarse, llorar, gemir y postrarse”.
Es difícil entender con nuestra mente el que podamos gritar al orar, porque generalmente asociamos el gritar con nuestras experiencias humanas El hablar en voz alta es cuando queremos abuchear, o humillar a alguien y aun nosotros mismos alguna vez hemos dicho en tono de enojo: “a mi no me grites no estoy sorda”. O también nosotros hemos gritado para tomar autoridad sobre el otro, cuando queremos reclamar algo con insistencia “lo pedimos a gritos” o si estamos indignados ponemos “el grito en el cielo”, o si algo nos duele estamos en “un grito” y gemimos y nos quejamos y “damos gritos de angustia”. Tanto se puede gritar de dolor, como de alegría, cuando te dan una muy buena noticia.
El gritar en algunas iglesias se considera falta de reverencia y no esta permitido hacerlo. En otras hay ciertos momentos en que se permite pero en otros no, algunas personas no claman porque consideran que Dios no esta sordo, otros ni siquiera oran en voz alta porque consideran que Dios puede leer sus pensamientos, algunos muy bíblicos dicen que la Biblia exhorta en Efesios 4:31 “Quítense de vosotros toda amargura, ira, gritería…” pero si revisamos el contexto está refiriéndose a nuestras relaciones humanas y no a la oración de clamor.
La oración de clamor es diferente a las oraciones que comúnmente hacemos, porque a través de esta oración vaciamos nuestro cargado corazón, nuestras quejas, implorando, invocando, gritando, gimiendo, generalmente es una oración en voz alta, acompañada de llanto y humillación.
Cuando a un niño le piden algo en la escuela el tranquilamente se acerca a sus padres y les pide, pero si alguien le pego y viene con dolor y llanto, se presenta con gritos de dolor y queja, sus padres no le rechazan por esto, al contrario lo abrazan para consolarlo y sanarle sus heridas van a ver que fue lo que sucedió y si es necesario hacerle justicia a su hijo, lo hacen para defenderlo y así evitar que de nuevo se lo lastimen. Cuando estamos en tiempo de quietud y de adoración podemos orar tranquilamente pero cuando estamos en medio de la lucha, de la prueba, del dolor, de la guerra, es necesario clamar a nuestro Padre, el no nos va a rechazar por gritar pidiendo su misericordia y su ayuda.
Olga Cepeda