Escribo estas lineas desde la Cd. de México después de la exitosa intervención quirúrgica que le hicieran a mi madre y en espera de su recuperación y los resultados del análisis subsecuente; estamos convencidos de que Dios hizo todo y damos la gloria a Él, pero también agradecemos profundamente a todos los que han estado intercediendo a favor de nosotros, juntos logramos llenar la copa de la intercesión… Aleluya!
He escrito muchas veces antes acerca de la forma en la que el Señor tiene nuestras vidas en sus manos y cómo nada ocurre sin que Él este de acuerdo, por eso el asunto no ha sido tratar de convencerlo de que sane a mi madre, sino pedirle que se haga su voluntad en nuestras vidas. No ha sido fácil pedir esto porque sabemos que el resultado podría no gustarnos pero después de toda la jornada de fe junto al Señor, es evidente que no habrá mejor desenlace para nuestras vidas que orar como Dios nos enseñó: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la Tierra” (y en nuestras vidas).
Y es que, así como la Biblia no enseña (como dicen algunos) que la enfermedad es resultado del pecado, tampoco enseña que el cristiano no sufrirá, por el contrario hay escrituras tan “rudas” como 1Pe 1:6-7, 4:12-19 o Santiago 1 que nos enseñan que los hijos de Dios padeceremos pruebas. En estos versos se utilizan dos términos griegos muy interesantes que nos pueden dar luz sobre cómo entender estos asuntos; el primero de ellos es dokímion que significa aquello a través de lo cual algo es probado o validado, un examen. El segundo término es pyrosis que se refiere tanto al fuego con que un metal es quemado o reducido como a las calamidades o dificultades que sirven para analizar o probar el carácter. En definitiva estas situaciones son del tipo “incendiario” y uno siente como que quedara “calcinado” al final, y sin embargo según el apóstol Pedro (y Pablo enseña algo muy similar en 1Co 3), es sólo a través del fuego que la fe puede ser probada con resultados hermosos para aquél que es puesto a prueba.
Si usted también está atravesando una situación similar quiero animarle recordando que siempre será mejor estar en las “incendiarias” manos del Señor (He 12:29) y ser perfeccionados en la Tierra que quedar en las manos de otra persona o no sufrir daño alguno, pero quedarse siempre pequeños ante Él o inclusive terminar perdidos en nuestros pecados y lejos de su camino… Al final de cuentas TODO ayuda a bien a los que aman al Padre y son llamados por Él…
Pbro. Efraín Reyes Bonilla