Siempre he creído que si Jesús hubiera venido en nuestro tiempo lo hubiéramos mandado a la muerte casi de la misma forma que lo hicieron los judíos del año 33 dC; también estoy convencido que muchas de sus enseñanzas aplicadas al contexto actual hubieran sido rechazadas por un importante sector de nuestra iglesia (aquel que ama las costumbres, aquel que se hace llamar metodista o cualquier otra cosa antes que cristiano y aquel que sigue empeñado en guardar los lugares, la vestimenta y las liturgias). Y es que el Señor vino a TRASTORNAR el orden establecido, vino a mostrarnos la misericordia antes que la ley, anduvo con personas no espirituales con pésima reputación y malas costumbres, no se dedicó a las masas ni amó el micrófono sino que vino a formar solo a doce (y aunque hizo milagros y predicó en público solo lo hizo por compasión – Mr. 6:34); Jesús no buscó fama, presumió nombramientos, ni formó denominaciones, no hizo acepción de personas, bebió vino y estuvo en una boda y dos comidas de “dudosa reputación”. Jesús vivió tan cerca de su gente y fue tan vulnerable y trasparente a ellos que (según la Biblia nos da a entender con claridad) supieron cómo dormía, cómo comía y cuándo iba al baño. Jesús amó a la gente, no sólo a sus doce, también al gadareno, al publicano bajito, a la prostituta, al centurión, a los fariseos y a los escribas, e inclusive a sus carceleros, jueces y verdugos. Jesús nos amó lo suficiente para dejar su lugar en el cielo durante más de 30 años, para soportar la religiosidad, sufrir el calor y las difíciles condiciones de vida de Israel en esos años y para aguantar a la gente a pesar de que, a “la hora de la hora”, aun los más cercanos se fueran.
El día de hoy sigue soportando nuestras impertinencias, nuestra ignorancia inexcusable, nuestro orgullo y vanidades y aun nuestra infidelidad; sigue extendiendo la mano a quien lo busca de corazón y a quien necesita de su poder y provisión. Sigue buscando a los que no lo conocen y le sigue insistiendo aun a quienes neciamente aseguran que Él no existe… NO HAY NADIE COMO ÉL, simplemente nadie aguanta todo lo que Él ha aguantado y sigue aguantando.
Por todo esto vale la pena celebrarlo, recordar su sacrificio y agradecer como es debido, estos son días importantes del año y Él es el motivo de la celebración… ¡gloria al Cordero!
Pbro.Efraín A.Reyes Bonilla